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El secreto de las cuatro plantas de Sucot

RAB YOSEF BITTON

¿Qué tienen de especial estas 4 plantas?

Por Enlace Judío

La Torá no explica por qué debemos tomar específicamente estas 4 plantas en Sucot. Una posible razón, en línea con el pensamiento de Maimónides, es que en los tiempos de la Torá la razón de este precepto era tan evidente que no hacía falta explicarlo.

Los Jajamim (Rabinos del Talmud) ofrecieron algunas interpretaciones al respecto, enfocándose más que nada, en lo que estas plantas representan visualmente (4 órganos del cuerpo–espina dorsal, corazón, ojos, boca– todos unidos para servir a Hashem) o por sus otras características (aroma y gusto, representando 4 individuos del pueblo de Israel).

Mi maestro, Rab Sa’adia Benzaquén, z”l, solía decir que lo que estas plantas representan el reino vegetal porque las 4 son perennes, es decir, que no mueren ni pierden sus hojas cuando llega el invierno. Esto es particularmente especial en el etrog, un fruto cítrico, que como explica la Guemará, permanece en su árbol durante todo el año (haddar beilanó meshaná leshaná).

Estas 4 plantas, además, crecen en 4 zonas completamente diferentes. El etrog crece en los valles, el lulab (palmeras) en el desierto, el mirto (hadas) en las montañas, y la arabá (sauce) en las orillas de lagos y ríos.

Hace unos años atrás noté algo más, un detalle que nunca antes había observado. Mientras estaba explicando a los miembros de mi comunidad cómo preservar las 4 especies para que duren por toda la semana de Sucot, me di cuenta que cada una de estas plantas se seca a un ritmo completamente distinto.

La planta que más rápido se seca es la ‘araba. Las ramas de sauce, una vez cortadas de su árbol se secan en cuestión de días. En muchos casos, las ramas de ‘araba no sobreviven ni siquiera los 7 días de Sucot.

Luego están las hojas de mirto, hadás, que demoran unas semanas en secarse por completo.

El lulab, la rama de palmera, se seca muy lentamente. No tarda semanas sino meses en secarse. Hay una costumbre (que algunos yehudim aún conservan y que viene de los tiempos en que se horneaban las matsot en hornos de leña) de conservar la rama de lulab para usarla junto con la leña que se utiliza para hornear las matsot en Pésaj, 6 meses después de Sucot.

Y finalmente tenemos el etrog. Hay varios elementos que hacen del etrog un fruto especial, pero quizás lo más característico del etrog es que es una fruta que nunca se descompone, y puede durar por años. Si uno deja, por ejemplo, un limón (el fruto cítrico más parecido al etrog) por algunos días al aire libre o incluso en un refrigerador, inevitablemente se va a descomponer. El etrog, sin embargo, nunca se pudre ni se descompone. Y si uno deja un etrog en una cajita o incluso al aire libre, si bien se achica y pierde su color, el etrog dura y hasta preserva su aroma, no durante meses sino durante años (sic). No conozco otra fruta cítrica de estas características.

Pero ¿Serán estas propiedades de las 4 plantas una casualidad?

Aunque no estoy muy seguro del significado de estos elementos, no creo que se trate de una casualidad. ¿Por qué?

Primero porque uno de los temas fundamentales de la fiesta de Sucot es el agua/lluvia (בחג נדונים על המים). Durante Sucot comenzamos a agradecer a Hashem por la lluvia (mashib haruaj, morid hagueshem) y también rezamos pidiendo tener un año de precipitaciones generosas y en su debido tiempo. Estas 4 plantas representan una relación de dependencia distinta del agua que necesitan. Y en el caso del etrogy la araba, una relación en extremos opuestos, hacia el agua/humedad que conservan o pierden en su interior.

La razón principal por la que no creo que esto sea una casualidad, es el orden en el cual estas cuatro plantas son presentadas por la Torá. Si uno observa con atención el pasuq (versículo) mencionado arriba, verá que la Torá primero menciona al etrog, luego al lulab (hoja de palmera), luego a los hadasim (mirto), y luego la ‘araba (sauce). Es decir, hay una mención progresiva en cuanto a la rapidez en la que estas plantas se secan. Se mencionan más tarde, a la que más rápido se seca y viceversa.

Quizás la Torá nos quiere enseñar la diferencia entre el justo y el malvado, la solidez de las acciones del justo y la naturaleza efímera de los valores del hombre que no tiene rumbo y es arrastrado por los vientos de turno. El Etrog, que fue identificado por los Sabios con el judío ideal, dedicado al estudio y a la práctica de la Torá, no se “marchita” rápidamente. Como dice David Hamelej en Tehilim 1: 3: “El justo será como un árbol plantado a la orilla de un río, que da su fruto a su tiempo y sus hojas jamás se marchitarán”. Mientras que el malvado, identificado por los sabios con la ‘araba será “como la cáscara seca, que es arrastrada [contra su voluntad] por el viento”.

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