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Parashat Vayerá 5774

Imagino la escena. Abraham, sentado a la sombra de un árbol durante un caluroso día del verano en la región desértica del Neguev. Estaba pensativo, mirando hacia el suelo y cuando “levantó la vista” se encontró con tres personajes parados delante de él. Abraham les “hizo reverencia” y les ofreció su hospitalidad, que incluía agua (para lavar los polvorientos pies de los visitantes); comida (pan, y un ternero a las brasas) y descanso. Mientras todo esto ocurría, uno de los visitantes le informa a Abraham que Sara sería madre el siguiente año, lo cual causó la risa de Sara (en realidad reía por no llorar, ya que prometerle hijos a un matrimonio que ya llevaba un siglo de vida, parecía una burla). Los visitantes, habiendo escuchado la risa de Sara le preguntan a Abraham el por qué de su risa, de su incredulidad. Pero sin darle tiempo a responder, le lanzaron una pregunta que ha dejado huellas a través de los siglos ¿Hay algo demasiado difícil para Adon-i? 

Luego de dialogar sobre la promesa del hijo que tendría, estos tres viajeros se levantaron y mirando para Sodoma y Gomorra, le indicaron a Abraham que hacia allí se dirigían con la misión de destruir la ciudad cuya corrupción, inseguridad y abusos eran proverbiales. Mientras los mensajeros se despedían, Abraham se quedó pensando que en una de esas ciudades vivía su sobrino Lot y su familia. Entonces Abraham lanzó una de las grandes preguntas de la Torá: Señor, ¿En verdad destruirás al justo junto con el impío? No esperó una respuesta, sino que de inmediato Abraham comenzó a “negociar” con D´s si se justificaba o no destruir la ciudad. Finalmente obtuvo la promesa de D´s que si en esas ciudades había diez justos, entonces no las destruiría. De allí el origen del minián.

En la escena siguiente aparece Lot sentado a la puerta de la ciudad y ve a un par de personas que deciden pasar la noche en la plaza de la ciudad. Al igual que hoy, no es un lugar seguro para pasar la noche, así que Lot les insiste que fueran con él, lo cual hicieron. Luego de cenar, la gente de la ciudad ya habían rodeado la casa de Lot pues querían abusar de sus visitantes. Lot intentó aplacar a la multitud pero estaban a punto de lincharlo cuando los visitantes lo metieron de vuelta en la casa. En ese momento ellos le informaron a Lot que debía irse con su mujer y sus hijas pues la destrucción de la ciudad era un hecho. Al huir, no debían mirar hacia atrás. Lot salió entonces a buscar a sus hijas. Sus yernos lo trataron de loco. Solo él, su esposa y sus dos hijas huyeron a la ciudad de nombre Zoar mientras el fuego consumía la ciudad. En el camino, la esposa de Lot, quien tenía demasiados lazos con la ciudad, miró hacia atrás y quedó inmovilizada, convertida en una estatua de sal. Cuánto nos paraliza el pasado !!! Lo vivido, lo sufrido, lo que nos ha causado dolor, o los falsos valores en los cuales muchas veces hemos depositado nuestra confianza.

La tercera escena es la de Abraham habitando en la ciudad de Gerar y en la cual el patriarca se presenta diciendo una media verdad que le va a traer problemas. Por temor a que lo maten, se le ocurrió decir que Sara (su media hermana) era su hermana, ocultando que era también su esposa. Las verdades a medias, las verdades que ocultamos, son también mentiras aunque no queramos verlas así.

La cuarta escena es una serie de imágenes en secuencia, una tras otra: Sara dando a luz a Itzjak; el brit milá ocho días después; y la fiesta que organiza Abraham para el momento del destete de Itzjak. 

Pero había dos personas que no estaban contentas con todo lo que estaba sucediendo: Hagar la egipcia y su hijo Ishmael. El plan de Hagar era heredar junto a su hijo Ishmael la fortuna de Abraham. Pero Itzjak vino a arruinar sus planes. Es entonces que Itzjak comienza a ser objeto de burla, ante lo cual Sara interviene y le pide a Abraham que se desentienda de la sierva y su hijo. Abraham no contaba con esto, se sentía casi obligado a expulsar y abandonar a su propio hijo. Así es que, muy de mañana, con una cantimplora y un poco de pan, despidió Abraham a ambos… para siempre. Hagar se perdió en el desierto, no encontró las fuentes de agua y ya agotada y sin provisiones, dejó a su hijo a cierta distancia para no verlo morir. Ella también se detuvo en su marcha y ambos, madre e hijo, lloraban. Dice el texto que D´s escuchó el llanto del hijo (nada dice del llanto de la madre). Fue entonces que un malaj (que suele traducirse ángel y también mensajero) le preguntó: “Qué ocurre Hagar?” Y sin darle tiempo a responder le dijo: “No temas”. Hagar cobró fuerza, volvió a mirar a su alrededor y pudo ver la fuente de agua que tan desesperadamente buscó y no había encontrado. Este es el relato que leemos la primera mañana de Rosh Hashaná.

Voy a referirme ahora a la última escena, la cual ocurre también, “muy de mañana”. Dicho sea de paso, esta frase aparece varias veces en la vida de Abraham, y funciona como un “resaltador” en el texto de la Torá. Muy de mañana … probó D´s a Abraham y le dijo nuevamente “lej lejá”, sí, como cuando le pidió que saliese de Ur de los caldeos. Pero esta vez era para subir al monte Moriá a ofrecer a su hijo Itzjak. Este relato leemos la segunda mañana de Rosh Hashaná. Seguramente este texto es más conocido que el anterior, pero no podemos entender el relato de la Akeidá (atadura) de Itzjak sin entender que anteriormente Abraham no opuso ninguna resistencia a desentenderse de su hijo Ishmael.

Del relato de Akeidat Itzjak se ha dicho mucho, pero una frase del texto ha roto las barreras del tiempo y la utilizamos hoy con frecuencia, especialmente cuando tenemos que pasar por situaciones complicadas: D´s proveerá.

En virtud de su obediencia, se le prometió a Abraham una gran descendencia que heredaría la tierra que estaba bajo sus pies y que sería una bendición para todas los pueblos de la tierra. 

Luego de leer esta parashá, no puedo menos que recordar la primera brajá de la amidá, la cual terminamos diciendo: Baruj atá Adon-i, Maguén Abraham. 
Que el protector de Abraham nos dé la sabiduría para disfrutar de un Shabat en Shalom y en plenitud.

Moré Mariano del Prado
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