"Reúne a la congregación, los hombres, las mujeres y los niños..
de modo que ellos escuchen y aprendan..." (31:12)
Cada siete años, el Rey lee la Torá en presencia de la nación entera. Esta es la mitzvah de Hakhel. Aunque los niños no entendían los que les era leído, los padres recibían recompensa por traerlos.
Esto nos revela un principio importante en la educación de los niños. Aunque ellos hagan ruido y sean una distracción para sus mayores, la experiencia para ellos es irremplazable; pues ellos sienten, a través de ósmosis, la importancia de la Torá. Aunque ellos no puedan entender ni una palabra, han libado una lección vital: que la Torá es la sangre viva del Pueblo Judío.
Rabbi Yaakov Kamenetzky zt´l una vez visitó un jardín de niños de una escuela de Torá. Al notar que todas las mezuzot en las puertas estaban puestas en el tercio inferior del dintel de las puertas, destacó: "Es una hermosa idea poner la mezuzá en un lugar en que los niños puedan fácilmente alcanzarlas y besarlas, pero por favor pónganlas en el lugar que corresponden, en el tercio superior del dintel, y que los niños usen un taburete para alcanzar la mezuzá. De lo contrario crecerán pensando que pueden poner la mezuzá donde quieran. Uno no educa niños con falsedades."Esta historia sirve como parábola para toda nuestra relación con la Torá. Debemos subir a la Torá, no bajar la Torá a nuestro nivel. Donde sea que se haya intentado hacer el judaísmo "más fácil" el resultado es que la gente viene a despreciar y rechazarla por completo.
Puede ser que no seamos más que niños espirituales, pero nunca creceremos hasta la madurez a menos que alcancemos esa 'mezuzá'. Y entonces, quizás, algún día, podremos alcanzarlas nosotros mismos, sin la ayuda de taburetes. Pero si aprendemos que no tenemos que hacer ningún esfuerzo para elevarnos hacia la Torá, cometeremos el error de pensar que estamos a la altura de la Torá - que no necesitamos hacer ningún esfuerzo para cambiar nosotros mismos positivamente y mejorarnos. Por ende quitaremos la base de la Torá y no tendremos motivo para crecer. Nos sentaremos como pigmeos contentos consigo mismos, convencidos que ya somos gigantes espirituales.
(Basado en una historia reportada por Rabbi Nisson Wolpin en el 'Jewish Observer' visto en 'Growth Through Tora' de Rabbi Zelig Pliskin)