Transforma tus acciones
Debemos examinar la intención detrás de nuestras acciones, porque nuestra intención define la acción. Esto es relevante, específicamente, en el mundo de la plegaria.
Cuando rezas, en lugar de rezar sólo por ti mismo, amplía tu visión y ten en mente a todo el pueblo judío. Reza por todos los que conoces, por cada judío del mundo. Reza para que Hashem nos de entendimiento, para que nos haga retornar a su Torá y que nos perdone. Cuando tenemos a otras personas en mente y pensamos en todo el pueblo judío, la calidad de la plegaria es completamente diferente. De hecho, nuestros sabios cimentaron ese enfoque en nuestras plegarias, formulando los pedidos de la shemoná esré en plural. Pero lo que define nuestras plegarias es nuestra intención. Podemos limitar nuestras plegarias a nosotros mismos, o podemos usar las mismas plegarias con una intención mucho más global y rezar por todos los judíos.
Nuestra intención también puede trasformar la forma en que estudiamos Torá. La Mishná dice: “Rabí Ishmael bar Rabí Yosi dijo: quien estudia Torá para enseñar, recibe la capacidad para estudiar y enseñar. Quien estudia para aplicar lo estudiado en la práctica, recibe la capacidad para estudiar, enseñar, cumplir y practicar” (Pirkei Avot 4:6). Si tu intención al estudiar es también para enseñar, tienes una siata dishmaia (ayuda celestial) que no tiene quien estudia sólo para aprender. A quien estudia para enseñar Hashem le garantiza que sabrá lo que estudió y que ameritará enseñarlo. Y a quien estudia Torá para cumplir, Hashem le promete mucho más. Pero quien estudia sólo para aprender no amerita nada de esto. La intención hace que el estudio sea completamente diferente.
A quien estudia Torá lishmá, ‘en nombre del cielo’, se le garantiza aún más. Como dice la Mishná: “Rabí Meir dijo: quien estudia Torá sin motivos ulteriores se hace merecedor de muchas cosas. Más aún, la creación del mundo vale la pena exclusivamente por él. Es llamado ‘amigo’, ‘querido’… la Torá lo viste de humildad y temor a Dios, lo hace apto para ser justo, devoto, recto y fiel. Lo aleja del pecado y lo acerca al mérito… los secretos de la Torá le son revelados” (Pirkei Avot 6:1). ¡Le dan todo! Puede estar estudiando la misma Torá que la persona que está a su lado, pero, porque su intención es diferente, los resultados también son radicalmente distintos.
RESUMEN - COMENTARIO PARASHA
“Los hijos de Israel, toda la asamblea, llegaron al desierto de Zin… Miriam murió allí y fue enterrada allí. No hubo agua para la asamblea, y se reunieron en contra de Moshé y Aharón” (Bamidbar 20:1-2).
La yuxtaposición de la muerte de Miriam con la falta de agua no es accidental. El Talmud explica que esto nos enseña que los judíos recibieron agua durante los 40 años en el desierto de un pozo milagroso que los siguió durante sus viajes, y que ese pozo existió gracias al mérito de Miriam (Taanit 9a). Entonces, cuando murió, el milagro cesó y el pozo se secó.
¿Qué hizo Miriam para ameritar este gran milagro? El Zóhar (Emor 103b) dice que la recompensa de Miriam vino porque se paró junto al río para asegurar que su hermanito Moshé, que había sido puesto en una canasta en el mismo, se salvara. “Su hermana se paró a lo lejos, para saber lo que sería de él” (Shemot 2:4). En mérito de este acto, Hashem le dio, milagrosamente, agua al pueblo judío durante 40 años en el desierto.
Miriam puede ser contrastada con otra mujer que vivió en la misma época: Batia, la hija de Paró. Batia fue quien salvó a Moshé del Nilo. Vio la canasta entre los juncos y, como describe Rashi, estiró su brazo, que milagrosamente se volvió lo suficientemente largo como para alcanzar la canasta. Luego, crio a Moshé como si hubiera sido su propio hijo en el palacio de Paró. Batia también ameritó nombrar a Moshé. El Midrash dice que Moshé tenía muchos nombres: su padre Amram le dio un nombre, su madre Yojéved le dio un nombre (Shemot Rabá 40:4). Pero el nombre con el que lo llama la Torá, el nombre que todos conocemos, es el que le dio Batia: Moshé. Por cuanto que le salvó la vida, tuvo el mérito de darle su nombre. Pero esa recompensa parece pequeña en comparación a la que recibió Miriam.
¿Quién hizo un acto más grandioso? ¿Miriam, quien esperó a la orilla del río, o Batia, quien sacó a Moshé del agua y lo crio?
Claramente, salvar la vida de Moshé es un acto mucho más grandioso y con consecuencias de mucho más alcance, que simplemente pararse a un lado esperando a ver cómo sería salvado. ¿Por qué entonces, el acto de Miriam ameritó una recompensa muchísimo mayor?
La Torá nos quiere enseñar que la intención define el acto. Batia vio un niño y lo salvó. No tenía idea cuál sería el destino de este niño, lo único que sabía es que estaba salvando a un niño judío del río. Ese acto la convirtió en la madre adoptiva de Moshé y, por ende, ameritó darle el nombre.
Miriam era profetiza, y sabía que Moshé estaba destinado a ser el redentor que sacaría al pueblo judío de Egipto. Ella no sólo estaba esperando junto al agua. El Talmud dice (Sotá 13a):
Miriam profetizó cuando era hermana sólo de Aharón y dijo: “Mi madre está destinada a dar a luz al hijo que salvará al pueblo judío”. Cuando nació Moshé y toda la casa se llenó de luz, su padre Amram la besó en la cabeza. Le dijo: “Mi hija, tu profecía se cumplió”. Pero cuando arrojaron a Moshé al rio, el padre le dio una palmadita en la cabeza. Le dijo: “Mi hija, ¿en dónde está tu profecía ahora?” Y ese es el significado de lo que está escrito: “Su hermana se paró a la distancia para saber lo que sería de él”. Quería saber cuál sería el resultado de su profecía.
Miriam no sólo estaba observando a un niño judío, estaba esperando ver lo que le ocurriría al futuro líder del pueblo judío. Batia actuó por el bien de un niño, pero Miriam actuaba para asegurar la supervivencia de toda la nación. La intención de Miriam transformó su acción en un acto más grandioso que el de Batia, y esa es la razón por la que la nación recibió agua en su mérito.
Fuente Aishlatino