Y se acercó el tiempo en el que Israel debía morir; y llamó a su hijo Yosef y le dijo:
“Si he hallado gracia ante tus ojos, te ruego que pongas tu mano bajo mi muslo y actúes conmigo con verdad y benevolencia: por favor no me entierres en Egipto. Que yazca yo con mis padres. Sácame de Egipto y entiérrame en su sepulcro”.
Y él (Yosef) le dijo: “Haré como dices”. Y él (Yaakov) le dijo: “Júrame”. Y él le hizo un juramento (Génesis 47:29-31).
Los comentaristas explican que Yaakov le pidió esto a Yosef porque él era el único de entre sus hijos que tenía el poder necesario para lograrlo. Él sabía que los egipcios se resistirían a dejar que lo enterrasen en otra parte y por lo tanto sabía que sería necesaria la ayuda de alguien muy poderoso —como Yosef— para asegurarse de que se cumpliera su deseo de ser enterrado en la cueva de Majpelá.
Yaakov quería darle a Yosef un argumento poderoso con el cual enfrentar al Faraón.
Ésta es la razón por la que Yaakov hizo que Yosef jurara acatar sus deseos. No fue porque no confiara en él, sino que quería darle a Yosef un argumento poderoso con el cual enfrentar al Faraón. De esta manera podría decirle honestamente al Faraón que estaba atado por su juramento sagrado de llevar a cabo la última voluntad de su padre Yaakov. Y frente a dicho juramento, el Faraón no podría negarle el permiso. De hecho, vemos que el Faraón se refiere específicamente a este juramento:
Y el Faraón dijo: “Ve y entierra a tu padre, tal como él te hizo jurar” (Génesis 50:6).
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