Un hombre fue a buscar su ayuda a un rabino para corregir el hecho que había hablado mal contra su amigo y de lo cual estaba muy arrepentido. El rabino lo manda a cortar la punta de una almohada de plumas y salir a caminar por las calles de la ciudad desparramando las plumas por doquier y después volver a verlo.
Al terminar, vuelve al rabino, algo aliviado por la penitencia que hizo, y éste le dice que vaya a recolectar a todas las plumas.
El hombre argumenta que es imposible pues el viento las desparramó para todas partes.
Entonces el rabino responde “pues entonces, ¿cómo pretendes deshacer el daño de tus palabras? Ya están desparramadas por todos lados”.
El Rey David (Tehilim, 64:4) compara las palabras con flechas. Una explicación es que son similares, pues antes de largarlas uno es el dueño sobre ellas; después de largarlas, son ellas las dueñas sobre uno. Shabbat Shalom