Nasó es la Parashá más larga de toda la Torá, conteniendo 176 versículos, el mismo número de versículos que contiene el capítulo más largo de Tehilim (Salmos), el 119. Interesantemente, el tratado más largo del Talmud, Babá Batrá, contiene 176 hojas.
Uno de los temas que más me gusta de esta sección y que se extiende por algunas semanas más es que se menciona a los “nesiey hamatot” – “príncipes de las tribus”, como dice la Torá en Bemidbar 7:2: “…los cabezas de sus casas paternas, (…) los mismos que estaban sobre (el mando) de aquellos que fueron contados”.
Estos “príncipes”, que eran 12, uno por cada tribu, realizaron ofrendas para inaugurar el Mizbeaj, uno por día, según el día en que fueron ungidos. Día tras día, cada príncipe, representando a su tribu, llevó sus ofrendas. La Torá describe fielmente cada una de las ofrendas de cada uno de los príncipes, y todas son idénticas. Absolutamente idénticas: "un tazón de plata, con un peso de ciento treinta (siclos), y una palangana de setenta siclos del siclo sagrado; ambos repletos de sémola mezclada con aceite por ofrenda vegetal; un cucharon de oro de diez (siclos) lleno de incienso; un toro joven, un carnero, una oveja en su primer año por ofrenda ígnea; un macho cabrío por sacrificio expiatorio; y por ofrenda pacifica festiva: dos vacunos, cinco carneros, cinco machos cabríos, cinco ovejas en su primer año".
No es una lista breve y la Torá registra esta misma lista una y otra vez, totalizando en doce veces. ¿Por qué la Torá no dice que los doce príncipes trajeron ofrendas idénticas? Debido a que la Torá no dice en vano ni una sola palabra, ni siquiera una letra o un punto, debe haber un motivo válido.
La respuesta que los sabios dan es que cada una contenía en sí el entusiasmo individual del príncipe que la trajo. Cada una estaba permeada de la personalidad única de su dueño, de su propia devoción personal, de su propia lucha espiritual.
Hoy en día no hay tribus, pero la congregación no se disolvió, y hoy en día todos somos “príncipes” de nuestras familias, de nuestra kehilá, de nuestra localidad. Todos formamos parte de algo y es nuestra obligación no dejar que las cosas nos pasen por el costado.
Los príncipes de las tribus fueron elegidos, ya sea por su ascendencia o por su personalidad, pero cada uno daba de sí mismo para diferenciarse y que la ofrenda, por más igual que fuese a la otra, tenía algo propio. Hoy en día cuántos hay que se hacen llamar “príncipes” – “jefes” – “enviado de…” – y por más ascendencia que tengan no demuestran nada de nuevo ni de propio.
Quiera Di-s que este Shabbat cada uno haga introspección y vea las “ofrendas” que muchos dan y los muchos que no dan “ofrendas”, y saber de qué lado estamos. La vida es muy distinta a lo que la Torá nos relata pero hay situaciones que se repiten y por más que no haya un Mizbeaj o Cohanim que nos “obliguen” a dar o hacer una u otra cosa, hoy tenemos otros medios que nos acercan al mismo fin, y no necesariamente tiene que haber alguien “superior” a nosotros que nos lo indique.
Shabbat Shalom veJodesh Tov. Y que este mes, el tiempo de la entrega de nuestra Torá, podamos reencontrarnos con esos 10 mandamientos, al menos vernos reflejados en los 7 preceptos Noájicos, que ya demasiado enseñan.
Sergio Man