De la Indiferencia al Amor
Con más de setenta leyes detalladas (72 según Maimónides; 74 de acuerdo a otras cuentas), la porción de Torá de esta semana, Ki Tetzé, contiene más leyes que casi cualquier otra porción de la Torá. A primera vista las diferentes leyes parecen una lista miscelánea de temas desconectados: casamiento/divorcio, propiedad personal, relaciones empleado/empleador.
Con más de setenta leyes detalladas (72 según Maimónides; 74 de acuerdo a otras cuentas), la porción de Torá de esta semana, Ki Tetzé, contiene más leyes que casi cualquier otra porción de la Torá. A primera vista las diferentes leyes parecen una lista miscelánea de temas desconectados: casamiento/divorcio, propiedad personal, relaciones empleado/empleador.
Esta mezcolanza está contenida entre dos versículos, uno al principio y el otro al final que explican mitzvot específicas acerca de cómo tratar a nuestros enemigos en tiempos de guerra y dan una sensación de haber completado un círculo. Entre estos dos versículos, sin embargo, no hay leyes acerca de la guerra, sino reglas acerca de cómo una persona debe funcionar como individuo y dentro del contexto de una sociedad viva.
Entre la larga lista de responsabilidades está el mandamiento de proteger la propiedad del prójimo. Así dice la Torá:
Si vieres extraviado al buey de tu prójimo, o una res de su ganado menor, no te apartarás de ellos con indiferencia; sin falta los harás volver a tu prójimo. Y si tu prójimo no está cerca de ti, o tú no le conoces, lo recogerás dentro de tu casa, y estará contigo hasta que lo busque tu prójimo y se lo devolverás...y así también harás con toda cosa perdida de tu hermano; no podrás permanecer indiferente.
No alcanza con simplemente devolver la propiedad de nuestro vecino. El mismo respeto que le damos al ser humano debe también ser acordado a su propiedad. La propiedad tiene santidad porque en última instancia toda propiedad pertenece a Dios. No somos más que custodios. Si encontramos la propiedad perdida de una persona, es nuestro deber “restaurarla” a esa persona, puesto que al custodio original se lo encomendó Dios. Al restaurarlo a su dueño cumplimos con la voluntad de Dios.
La Torá va un paso más allá. No importa lo que pase ‘no puedes permanecer indiferente.’ Podríamos considerar esta frase como la conexión y el tema primordiales de toda la porción. Es tan fácil poner la otra mejilla, ignorar a las personas alrededor nuestro, mientras nos esforzamos por tener éxito y lograr nuestras metas. La indiferencia, es después de todo, la muerte de cualquier relación y el nacimiento de consecuencias de gran alcance.
En las palabras de Edmund Burke, un actor importante en la Inglaterra del Siglo XVIII y en la teoría política, quien una vez dijo: “Lo único que se necesita para que el mal triunfe es que los hombres buenos no hagan nada.” Cuando las personas no se relacionan el uno con el otro, el resultado es un desmoronamiento del orden social que conduce a la anarquía, a la guerra y a la destrucción donde pocos (o ninguno) logran sus metas individuales.
En consecuencia, la Torá nos recuerda que se trate de la persona con la cual compartimos nuestro hogar, de nuestro empleado, de nuestro empleador, de la persona que vive al lado, de los pobres, de los necesitados o de cualquiera de nuestros conciudadanos – es imposible para el individuo o para la sociedad tener éxito sin que nos relacionemos entre todos – con nuestros prójimos que viven alrededor nuestro y con la sociedad misma. Si estamos en sintonía con las necesidades, llamados y sufrimiento de las personas a nuestro alrededor, ayudamos a fortalecer los círculos de la sociedad para que puedan resistir la amenaza de fuerzas hostiles del exterior. Por lo tanto la Torá nos pide que expandamos nuestro círculo familiar y nuestro círculo de amigos para incluir a aquellos alrededor nuestro y a aquellos otros miembros de la comunidad que se convierten en nuestros “hermanos.”
Además, como judíos, nuestro contrato social no se centra en una organización para preservar al individuo, sino que se centra en una organización social para llevar a cabo la Voluntad Divina. Cuando transcendemos nuestra autocomplacencia y nos involucramos en las vidas de otros – para cuidar de su propiedad, para preocuparnos por sus animales, para hacer arreglos justos con empleados o empleadores y con otra clientela, para restaurar la dignidad aun en casos de guerra donde la dignidad es difícil de hallar, para mostrar interés por la viuda, el huérfano y el necesitado – entonces servimos a Dios.
Como nos recuerda tan elocuentemente Elie Wiesel “Lo opuesto al amor no es el odio, es la indiferencia. Lo opuesto al arte no es la fealdad, es la indiferencia. Lo opuesto a la fe no es ha herejía, es la indiferencia. Y lo opuesto a la vida no es la muerte, es la indiferencia.”
¡Que podamos todos aprender a amar, a convertirnos en artistas, a tener fe, y a vivir! ¡Y gracias a esto, que podamos ver el día en que la guerra y el derramamiento de sangre cesen!
La Torá va un paso más allá. No importa lo que pase ‘no puedes permanecer indiferente.’ Podríamos considerar esta frase como la conexión y el tema primordiales de toda la porción. Es tan fácil poner la otra mejilla, ignorar a las personas alrededor nuestro, mientras nos esforzamos por tener éxito y lograr nuestras metas. La indiferencia, es después de todo, la muerte de cualquier relación y el nacimiento de consecuencias de gran alcance.
En las palabras de Edmund Burke, un actor importante en la Inglaterra del Siglo XVIII y en la teoría política, quien una vez dijo: “Lo único que se necesita para que el mal triunfe es que los hombres buenos no hagan nada.” Cuando las personas no se relacionan el uno con el otro, el resultado es un desmoronamiento del orden social que conduce a la anarquía, a la guerra y a la destrucción donde pocos (o ninguno) logran sus metas individuales.
En consecuencia, la Torá nos recuerda que se trate de la persona con la cual compartimos nuestro hogar, de nuestro empleado, de nuestro empleador, de la persona que vive al lado, de los pobres, de los necesitados o de cualquiera de nuestros conciudadanos – es imposible para el individuo o para la sociedad tener éxito sin que nos relacionemos entre todos – con nuestros prójimos que viven alrededor nuestro y con la sociedad misma. Si estamos en sintonía con las necesidades, llamados y sufrimiento de las personas a nuestro alrededor, ayudamos a fortalecer los círculos de la sociedad para que puedan resistir la amenaza de fuerzas hostiles del exterior. Por lo tanto la Torá nos pide que expandamos nuestro círculo familiar y nuestro círculo de amigos para incluir a aquellos alrededor nuestro y a aquellos otros miembros de la comunidad que se convierten en nuestros “hermanos.”
Además, como judíos, nuestro contrato social no se centra en una organización para preservar al individuo, sino que se centra en una organización social para llevar a cabo la Voluntad Divina. Cuando transcendemos nuestra autocomplacencia y nos involucramos en las vidas de otros – para cuidar de su propiedad, para preocuparnos por sus animales, para hacer arreglos justos con empleados o empleadores y con otra clientela, para restaurar la dignidad aun en casos de guerra donde la dignidad es difícil de hallar, para mostrar interés por la viuda, el huérfano y el necesitado – entonces servimos a Dios.
Como nos recuerda tan elocuentemente Elie Wiesel “Lo opuesto al amor no es el odio, es la indiferencia. Lo opuesto al arte no es la fealdad, es la indiferencia. Lo opuesto a la fe no es ha herejía, es la indiferencia. Y lo opuesto a la vida no es la muerte, es la indiferencia.”
¡Que podamos todos aprender a amar, a convertirnos en artistas, a tener fe, y a vivir! ¡Y gracias a esto, que podamos ver el día en que la guerra y el derramamiento de sangre cesen!
Texto extraído de la web NCI Uruguay.
Traducido y adaptado por Ría Okret