¿Cómo vencer la flojera?
Al comienzo de la parashá de esta semana, Dios le ordena a Moshé lo siguiente: pídele a la gente que lleve la materia prima necesaria para construir el Mishkán (Tabernáculo). “Esta es la porción que deberás tomar de ellos: oro, plata y cobre; lana turquesa, púrpura y carmesí; lino y vellocino de cabra; pieles de carnero teñidas de rojo, pieles de tajash y madera de acacia; aceite para la luminaria, especias para el aceite de la unción y para el sahumerio de especias; piedras de ónix y piedras de engaste para el Efod y para el Pectoral”.
EL Or HaJaim señala que es difícil entender por qué los materiales son mencionados en ese orden, dado que las piedras de ónix y de engaste son los ítems más caros de la lista y, por lo tanto, deberían ser mencionados primero, y responde con un Midrash, el cual nos cuenta la historia de la donación de las piedras preciosas; las piedras fueron traídas por los nesiim (príncipes) después de que todo lo demás ya había sido donado.
Los nesiim habían planeado esperar a que todo el pueblo hiciera su contribución para el Mishkán para luego donar lo que faltara. Sin embargo, su plan les salió mal; el pueblo donó con entusiasmo todo lo necesario menos las piedras preciosas. Luego el Midrash dice que Dios estaba disgustado con los nessiim por haberse demorado tanto en hacer una donación al Mishkán. Su ‘castigo’ fue que la iud de su nombre fuera omitida en un punto en la Torá.
Consecuentemente, el Or HaJaim explica que las piedras preciosas aparecen mencionadas en último lugar porque su donación involucró un error. A pesar de su alto valor material, el fracaso espiritual resultante de la donación de los nesiim hizo que fueran inferiores a los otros materiales de la lista.
Rav Jaim Shmulevitz pregunta por qué Dios se disgustó con los nesiim; el razonamiento para postergar la donación pareciera ser muy entendible. ¿Por qué fueron castigados por este aparentemente inocente error de cálculo? Y responde citando la explicación que Rashi da al castigo: “porque al principio fueron perezosos, perdieron una iud en su nombre”.
Rashi nos revela que la verdadera razón por la que los nesiim se demoraron en llevar los regalos fue por pereza. Debajo de todas sus explicaciones aparentemente válidas estaba el rasgo de la pereza.
El Mesilat Iesharim (La senda de los justos) escribe extensamente sobre la forma en que la pereza puede evitar que una persona cumpla con sus obligaciones como corresponde. Escribe: “Podemos ver con nuestros propios ojos muchos ejemplos en los que una persona está consciente de sus obligaciones y tiene claridad sobre lo que necesita para el bien de su alma… pero sin embargo se debilita [en su avodá], no por una falta de reconocimiento de sus obligaciones o por otra razón, sino por el hecho que se ve superado por la poderosa pereza”.
Continúa diciendo que lo que es tan peligroso sobre la pereza es que uno puede encontrar muchas fuentes para justificar su inacción. “El perezoso citará muchas frases de los Sabios, versículos de los Profetas y argumentos ‘lógicos’, todos ellos para justificar ante su confundida mente la necesidad de aliviar su carga… pero no ve que esos argumentos no vienen de su pensamiento lógico, sino que emanan de su pereza, la cual supera a su pensamiento racional”.
Consecuentemente, nos advierte que cuando tengamos dos opciones frente a nosotros, debemos ser muy cuidadosos al elegir la opción más fácil, ya que es altamente probable que la razón de fondo por la cual tomamos dicha decisión sea la pereza.
El Mesilat Iesharim nos enseña que incluso los argumentos más válidos pueden ser tan sólo velos que esconden el verdadero deseo de la persona de no esforzarse para ir más allá. Vemos un sorprendente ejemplo de esto en la introducción de la grandiosa obra sobre ética Jovot HaLevavot (Obligaciones de los corazones). Allí, el autor escribe que después de planear escribir el libro cambió de opinión basado en una serie de razones: “Creí que mis poderes eran demasiado limitados y que mi mente era demasiado débil para entender las ideas. Más aún, no tengo un estilo elegante en árabe, que es el idioma en que sería escrito el libro… Temí estar asumiendo una tarea que sólo expondría mis falencias… Por lo tanto, decidí abandonar mis planes y revocar mi decisión”.
Sin embargo, él reconoció que sus motivos quizás no eran completamente puros: “Comencé a sospechar que había elegido la opción cómoda, buscando paz y tranquilidad. Temí que lo que había motivado la cancelación del proyecto hubiera sido el deseo de auto gratificación, un deseo que me había llevado a buscar lo fácil, a optar por la inactividad y quedarme quieto”.
Para beneficio eterno del pueblo judío, finalmente él decidió que sí escribiría el libro. Las razones que citó inicialmente por las que no debía escribir el libro parecían justas y lógicas, pero él fue capaz de darse cuenta que, para su nivel, estaban manchadas por el deseo de comodidad.
Si alguien tan grandioso como el autor de Jovot HaLevavot casi fue víctima del Ietzer hará (inclinación negativa) de la pereza, cuánto más estamos nosotros en riesgo de ser atrapados por este rasgo destructivo. Una persona generalmente tiene razones aparentemente válidas por las que elige ignorar caminos que la podrían ayudar a mejorar su Servicio pino, pero debe estar sumamente atenta para asegurarse que su motivación verdadera no sea la pereza.
El Ietzer hará de la pereza es tan sagaz que puede disfrazarse de uno de los rasgos más admirables, como lo es el rasgo de la humildad. Rav Moshé Feinstein escribe que las personas suelen subestimarse afirmando que tienen muchas limitaciones en sus talentos y que nunca podrían alcanzar la grandeza. En su opinión, este tipo de humildad emana en realidad del Ietzer hará.
Esta actitud al parecer deriva en realidad de la pereza, que es una manifestación del deseo de comodidad. No es fácil alcanzar la grandeza; se requiere de mucho esfuerzo y fuerza de voluntad para enfrentar caídas e incluso fracasos. Y eso es sumamente difícil, por lo que resulta muy tentador descartarse a uno mismo, eximiéndose de esta forma incluso de intentarlo; esta es, con seguridad, la opción más cómoda.
Una persona recibe, constantemente, la oportunidad de mejorarse a sí mismo y de alcanzar una gran elevación en su Servicio a Dios y en su influencia sobre los demás. Vemos de la lección de los nesiim que el factor más poderoso que evita que una persona materialice su potencial es el deseo de comodidad que emana de la pereza. Esto hace que una persona invente muchas “razones” por las que no puede avanzar más en algún camino que en realidad sí podría recorrer. El Mesilat Iesharim nos enseña que deberíamos reconocer esas excusas que a menudo se originan con el Ietzer hará y descartarlas, para proceder en nuestros esfuerzos de crecer y lograr cosas.
Espero que todos ameritemos superar este poderoso Ietzer hará y que podamos tomar las decisiones correctas, incluso si son difíciles.
Fuente: Aurora Israel