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Parashat Tzav 5776

holosComo Adam, el primer hombre.

Nuestra parashá comienza con la descripción del sacrificio llamado en hebreo "olá" (en castellano holocausto, del griego holós, todo ykaustós, quemado; es decir que se quema por completo sobre el altar), así se declara: "Esta es la ley del holocausto, el holocausto que sube el fuego que arde sobre el altar toda la noche hasta la mañana y el fuego del altar arderá en él" (Vaikrá 6,2). Mientras que el final de la parashá anterior nos enseña el proceso de acercamiento del sacrificio llamado "asham guezelot", sacrificio que es traído como expiación de haber cometido un robo, como se declara: "Una persona que hizo un pecado... o robare... su ofrenda de culpa (asham) traerá a El Eterno" (Vaikrá 5,20-25).

En el Midrash (Tanjuma, Tzav, 1) nuestros sabios encontraron una relación temática en el hecho que las disposiciones sobre el sacrificio del holocausto estén inmediatamente después del tema que trata del robo, su devolución y su expiación total sobre el altar. En una primera perspectiva el simple hecho que la devolución del robo y la expiación del mismo precedan al sacrificio del holocausto, enseña que una condición necesaria para acercarse al altar y presentar un sacrificio del nivel que indica el holocausto, es decir todo él para Hashem, es la limpieza social que debe la persona manifestar en todas sus conductas, cuanto más en el caso que haya cometido errores de tipo social. En segunda instancia nos quiere enseñar esta unión temática que si una persona desea presentar algún sacrificio, no robe de otra persona nada, y esto ¿Por qué? "Por que Yo soy el Eterno que ama el juicio y odia el robo en el holocausto" (Yeshayahu 61,8); incluso en el holocausto, es decir incluso que quieran presentar un sacrificio a Hashem que todo él se queme sobre el altar, es decir íntegro para el Creador, aun así Hashem odia el robo.

 

El mismo Midrash declara además: "¿Cuándo tú presentas un sacrificio de holocausto, de manera tal que yo lo reciba? Cuando limpies tu mano del robo. El rey David declaró: "¿Quién subirá al monte del Eterno, y quién se erguirá en su sagrado monte? El que tiene sus manos limpias y su corazón puro...". Así dice la Torá: Esta es la ley del holocausto, quien tiene limpia sus manos del robo, ese subirá al monte del Eterno (al Templo a ofrecer sacrificios).

La yuxtaposición del sistema de los sacrificios con la última sección de la parashá anterior es un punto de profunda meditación, ya que esta sucesión de temas presenta una novedad ética dentro del universo de los conceptos que conforman el libro de Vaikrá; la limpieza de las manos, el cuidado de no robar, es una condición sin la cual no queda ninguna posibilidad de acercar algún sacrificio en el altar del Templo. Esta novedad es la base para el servicio a Hashem en cada generación, incluso que no esté el Templo presente, el principio que enmarcaba el acercamiento a Hashem sigue aún siendo relevante. Al parecer no existe una vida religiosa verdadera, un acercamiento al Creador, sino cuando la propia vida personal está limpia por completo de todo daño que pueda habérsele hecho al prójimo. No es posible separar artificialmente ambos campos de acción y así el sacrificio separado de una vida de rectitud fue el culto contra el cual lucharon los profetas de Israel.

Esta idea que subyace a las secciones que se encuentran consecutivas en la Torá, la encontramos además en el principio con el que comienza el gran códice de los sacrificios, el propio libro Vaikrá, como se declara:"Un hombre que acerque de entre ustedes un sacrificio..." (Vaikrá 1,1). La palabra descriptiva "un hombre" (adam), se encuentra aquí de manera no regular, ya que en el resto de la sección y en general en los enunciados que se refieren a los diferentes sacrificios el término que suele ocuparse es "un varón" (ish) y por lo tanto hubiera sido más lógico encontrar esta palabra; si es así entonces ¿Por qué se utiliza el término "un hombre" (adam)? Rashí contesta que del mismo modo que Adam, el primer hombre, cuando presentó sacrificios lo hizo con animales que le pertenecían, ya que todo el mundo estaba a su disposición, y por lo tanto no robó, del mismo modo las generaciones siguientes si quieren presentar un sacrificio deben hacerlo sólo de aquello que les pertenezca, para recalcar esta idea la Torá utilizó la palabra "adam" que significa tanto hombre, como el nombre del primer hombre Adam.

La palabra Adam por ende nos hace relacionarla, como una asociación inmediata, con el sacrificio traído por Adam, el primer hombre. Pero, si estos conceptos son tan relevantes y su importancia es tan grande para un servicio verdadero al Creador, cabe preguntar ¿Por qué todo esto fue dicho solamente con alusiones? El estudio traído por Rashí sobre el sacrificio de Adam y su relación con los sacrificios posteriores del pueblo judío, se basa en alusiones y deducciones que no son perceptibles a primera vista sino después del análisis del tema... ¿Por qué? Podemos responder que en el sistema de información y en el modo como la información es transmitida dentro de la Torá, todo aquello que de suyo debería ser entendido, no necesariamente aparece expresado claramente, sino que su método es guardarlo dentro de alusiones para estudios más profundos, pero no cabe duda que las generaciones que recibieron la Torá y las siguientes comprendían estas ideas sin que fuese necesario decírselas, en cambio muchas veces las generaciones posteriores y cuanto más la nuestra necesita de largas y detalladas explicaciones que puedan hacernos comprender los mensajes. Por este motivo y debido a su simpleza, el hecho que la limpieza de las manos, es decir el no robar, es una introducción obligatoria al servicio divino, no encontramos información explícita sobre el tema.

Una pregunta adicional podemos formular sobre la realidad que acompañaba al presentar el sacrificio del holocausto, y de los demás sacrificios en general, y es el hecho que el valor esencial de ellos se manifiesta en el campo de la expiación de los pecados cometidos. Si revisamos la finalidad de los sacrificios encontraremos que gran mayoría de ellos son la llave para trazar nuevamente una relación con el Creador que se vio afectada por nuestros pecados, sin embargo hay algunos que no se enmarcan dentro de esta finalidad sino que trascienden el punto de contingencia pecado expiación y se levantan por sobre este sistema, como son los sacrificios ofrendados en cada día como "korbán tamid", los traídos en los sábados y las festividades, que más allá de reparar la relación del hombre con Hashem, quieren manifestar un agradecimiento de parte nuestro frente a hechos de relevancia social o particular.

Como hemos ya indicado el hecho de separar la conducta social y el comportamiento dentro de un marco de rectitud y el presentar los sacrificios fue una realidad contra la que se opusieron los profetas, cada uno en su tiempo, ya que dentro del Judaísmo no existe cercanía a Hashem sin que haya equilibrio social. Ahora bien esta visión de mundo que une ambos aspectos de la vida, tanto el humano como el divino fue un verdadero hito dentro del mundo donde la Torá fue entregada, la mentalidad del pagano era completamente diferente, ya que para el idólatra el servicio a una ser superior es una manifestación de un deseo interno por sentirse conectado a un infinito, pero este deseo no implica un cambio social profundo, mucho menos una responsabilidad con el resto de los hombres, salvo en los puntos que le sean de mutua conveniencia.

La Torá nos enseña y así el Midrash traído nos lo resalta que la relación entre la corrección de la persona y su honestidad es vital para su buena relación con Hashem, actualmente existe todo un pensamiento filosófico que manifiesta esta disociación entre la ética y la religión, a veces el mundo moderno hace hincapié en el aspecto ético de los social desvinculado de una responsabilidad trascendente, y a veces se resalta el sentido religioso de la vida sin tomar en cuenta los medios para alcanzar tales ideales, hemos visto en el correr de la historia ejemplos de unos y de otros; hemos percibido además a nivel psicológico una tendencia nefasta a tratar de desvincular al hombre social del su trascendencia, como un recuerdo del verdadero camino de Hashem, esta sección semanal nos hace retraernos al núcleo de una buena relación del hombre con Hashem, así como lo expresó el Rey David:

"¿Quién subirá al monte del Eterno, y quién se erguirá en su sagrado monte? El que tiene sus manos limpias y su corazón puro...".

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