REPASAR, SIEMPRE REPASAR
“todo animal que tenga la pezuña hendida y separada, y sea rumiante” (Vaikra 11,3)
Rabenu Itzjak Arama ztz”l, autor del libro “Akedat Itzjak”, encontró, en las señales que utilizamos para reconocer a los animales aptos para el consumo, un legado que nos enseña cómo mejorar nuestras cualidades y nuestras acciones.
Los animales que tienen la pata entera, “pisan”, y los que tienen uñas, normalmente “atrapan”. La pezuña partida nos indica que debemos prevenirnos del pecado y el robo. El animal rumiante, nos muestra la cualidad de “conformarnos con lo necesario”, este animal no corre detrás de más comida, mientras tenga algo que masticar…
De aquí podemos aprender lo importante y a su vez, la base de esta gran cualidad de conformarnos (no hablamos de resignación, que es algo muy diferente). No alcanza con sentirnos satisfechos, sino que ahora, debemos hacer “subir” lo que ya tragamos y volverlo a masticar, una y otra vez.
Vamos a explicarlo: un hombre corre detrás de la información, del conocimiento, quiere saber más, y nunca se sentirá satisfecho. Está escrito (respecto a lo material) que el que tiene cien, quiere doscientos, y el que tiene doscientos quiere cuatrocientos. Y no es porque cuando consiguió los cien, o los doscientos, no le alcanzaba, sino porque así es la naturaleza del hombre, en lugar de mirar lo que tenemos, miramos más adelante, y vemos que podemos tener más, e inmediatamente queremos más…
Y lo podemos ver con un niño pequeño, que está feliz con sus juguetes, pero en un lapso muy corto de tiempo, o cuando ve otro niño que juega con otra cosa, ya no le interesan sus juguetes y quiere otro. Si este niño fuera “rumiante”, podría pensar en lo que ya posee, y agradecer a Hakadosh Baruj Hu por lo que tiene…
Dar las gracias por la vida, por la salud, por el alimento y por las prendas que vestimos, la vivienda y el sustento, la familia y nuestras satisfacciones. Qué importante es reconocer todo lo que tenemos y cómo nos sentiríamos sin esto…
El Maran Jida ztz”l encontró en las señales de pureza de los animales, un mensaje para el pueblo de Israel. La pezuña partida nos dice que no podemos pretender llevarnos los dos mundos, el Olam Haze y el Olam Haba, este mundo y el mundo venidero. Volver a subir la comida, o sea rumiar, volver a llevar a la boca la comida que ya había tragado, nos indica que no podemos “comer” los frutos de nuestros hechos en este mundo, no podemos suponer que hemos cobrado nuestra recompensa, ya que el capital se mantiene y nos espera en el mundo venidero.
Y aparte de lo que dice el Jida ztz”l, que nos trajo la comparación con los dos mundos, rabenu Iosef Jaim ztz”l, lo aplica todo para nuestro mundo: la pezuña partida se compara con nuestro día, que está dividido en dos partes: una mitad para Hashem: oraciones, estudio de Tora, bendiciones y buenas acciones. La otra mitad para comer, dormir y trabajar. El rumiar, volver a masticar, nos dice que, a pesar de que decimos siempre las mismas oraciones, las mismas bendiciones y realizamos buenas acciones parecidas o iguales, de todas formas, nunca serán una rutina, siempre encontraremos algo nuevo en cada precepto o buena acción.
Uno de los grandes rabanim del pueblo de Israel, en las últimas generaciones, fue el gaon Maram Shik ztz”l. Sabio y santo, pero por sobre todas las cosas, tenía una constancia increíble en su estudio de Tora. Inclusive cuando estaba sentado, comiendo, leía un libro entre bocado y bocado. Y de ese estudio (entre comidas) conseguía terminar cada año, todo el “Ein Iaacov”… Sentado en su casa, andando por el camino, al acostarse y al levantarse (como leemos en el Keriat Shema), no apartaba jamás el estudio de sus ojos y de su boca. Por eso, no era para nada asombroso, ver como las palabras de Tora fluían de su boca con tanta facilidad…
Una vez, el Maram Shik se encontró en una hostería con el gaon, el “Ktav Sofer” ztz”l. Este último quería revisar un párrafo específico del “Tur”, y envió a su ayudante para pedirle prestado el libro al Maram Shik. El Maram se lamentó y le dijo que no tenía ese libro en su poder, pero le preguntó al ayudante cuál era el párrafo que su rab quería consultar. Cuando le dijo cuál era el tema en cuestión, tomó un papel y escribió todas las palabras del Tur, tal cual como estaban en el libro, ¡de memoria!…
Pasaron unos años, el Maram Shik se enfermó, y quedó ciego, lo alenu. Lloró y se lamentó: ¡Oi! Jamás pensé que llegaría a esto, si lo hubiera sabido, con seguridad habría estudiado mucho más…
Sus alumnos, cuando lo escucharon, quedaron asombrados: ¿acaso rabenu podría haber estudiado más? Si hubiera sabido que quedaría ciego, no podría estudiar veinticinco horas al día…
Les contestó: es cierto, desde el día en que tuve conciencia, no me permití ni un momento de nulidad. Y si hubiera sabido que llegaría a esta situación, habría disminuido el estudio de temas nuevos, y habría santificado más tiempo para el repaso de lo ya estudiado…
Y ya lo dijo el “Jida”, cuando nos habló de los signos de pureza, que un estudiante que se alaba porque estudió infinidad de temas a cuenta de disminuir su tiempo de repaso, se parece al… cerdo. El cerdo tiene la pezuña partida, y para mostrarnos “su pureza” se sienta extendiendo sus patas hacia adelante y nos muestra sus pezuñas. Pero a la vez esconde su boca, porque no es rumiante, le falta “volver” a masticar una y otra vez… Lo mismo que le falta al buen estudiante, repasar una y otra vez…
Y en la Guemara (Eruvin 54b) hicieron una bonita comparación. La persona que estudia y no repasa su estudio, es como un cazador, que se esfuerza muchísimo para cazar pájaros. Pone sus trampas, y cuando un pájaro cae en una de ellas, corre y lo pone en una red, pero no lo sujeta… Enseguida se va a buscar a otro pájaro, y cuando vuelve con el segundo, se encuentra con que el primero ha desaparecido…, sencillamente, abrió sus alas y se escapó volando…
Un pájaro, dos pájaros, tres… El cazador comenzó a preocuparse, todo pájaro que cazaba, desaparecía. Cada vez que volvía con un nuevo pájaro, encontraba la red vacía, cuando, de acuerdo a sus cálculos, ya debería estar llena de pájaros…
Todo hombre que estudia Tora y no repasa, se compara con el que siembra y no cosecha. Y sobre este hombre dijeron nuestros sabios, de bendita memoria: “porque desprecia la Palabra de Hashem” (no le da valor a los preceptos, y su alma será arrojada…).
Explica Rabenu, el Maral Miprag ztz”l (Derej Jaim 6-7): no existe algo tan despreciable, como el hombre que siembra, y deja la cosecha en “boca” de las aves para que se la coman. De la misma forma, el hombre que estudia y no repasa lo estudiado, está despreciando la Tora, lo alenu.
Si nuestros rabanim olvidaban algo, se sentían aterrorizados, y volvían a estudiar lo olvidado, veinticuatro veces, y en algunos casos cien veces (Taanit 7a). Y hay otra opinión: ciento una veces (Jaguiga 9b).
¡Cuánta obligación tenemos nosotros, de repasar y repasar, para recordar!
Traducido del libro Maian Hashavua.