“Hashomer Aji Anoji, ¿Acaso soy el guardián de mi hermano?” (Gen. 4:9) la célebre respuesta de Caín a Dios dan testimonio de su falta de responsabilidad hacia su hermano. Abel no solo fue asesinado sino además “ninguneado” por Caín. Los primeros hermanos de la historia marcan el derrotero del desencuentro y del odio fraterno.
“Ani Iosef Ajijem, Yo soy Iosef vuestro hermano” (Id. 45:4) Las palabras de Iosef a sus hermanos marcan la reconciliación. 22 años después de haber sido vendido como esclavo, Iosef, ya convertido en el hombre fuerte de Egipto, elige el camino del amor y de la reparación. Iosef también le responde a Caín. Otra dinámica de relación entre hermanos es posible.
La Torá nos cuenta que el alegato de Iehudá lo conmovió a Iosef. Su negativa a regresar donde su padre sin el pequeño Benjamín o su oferta de quedarse prisionero en su lugar terminan por quebrar la representación que Iosef llevaba adelante. Thomas Mann en su clásica tetralogía José y sus hermanos, da un paso más y afirma que Iehudá en su desesperada alocución reconoce que no fue un animal quien mató a su hermano Iosef sino que fueron ellos quienes lo vendieron como esclavo.
“Y Iosef? Se había levantado de su asiento y brillantes lágrimas corrían por sus mejillas” escribe Thomas Mann. La Torá, menos efusiva, afirma que Iosef pidió que lo dejen solo con los 11 extranjeros antes de largarse a llorar.
“Yo soy Iosef ¿vive aún mi padre?” (Id. 45:2) Iosef se quita la máscara y devela su identidad. A cambio, solo obtiene el silencio de sus anonadados hermanos.
Pareciera ser que en ciertas situaciones las palabras aisladas no alcanzan. Cuesta comprenderlas cundo no guardan relación con el contexto y son difíciles de asimilar cuando el oído manda señales al cerebro que difieren de las que brindan los otros sentidos. (Incluso el Talmud – Jaguigá 4b- sostiene que las palabras de Iosef fueron un reproche)
Por eso Iosef insiste: “Acérquense a mi” (id.4) y los hermanos se acercan. Y en ese momento lanza la frase “yo soy Iosef vuestro hermano”, que introduce un largo discurso en donde habla de perdón y de reconciliación e incluye la invitación para que su padre baje Egipto y se instale allí. La escena culmina con Iosef llorando y besan0d a sus hermanos.
Al releer el relato podemos apreciar como la clave que cambia el clima de la reunión es la solicitud de Iosef para que sus hermanos se acerquen. El quedarse asolas con sus hermanos no fue suficiente. Incluso el llanto de Iosef logró confundir a los hermanos pero no alcanzó para construir el marco de intimidad que el momento requería. Fue la petición de que se acerquen – y la decisión de sus hermanos de hacerlo – la pieza que terminó de acomodar toda la imagen para hacer posible el desenlace.
Me gusta pensar en el profundo simbolismo que encierra este cuadro familiar. El perdón y la reconciliación requieren de muchos factores que no necesariamente son fáciles de alcanzar (De ahí que parece ser más fácil actuar como Caín que como Iosef). Sin embargo, el punto crítico es la voluntad del ofendido de trocar su deseo de venganza y buscar que la otra parte se arrime y en esa cercanía, encontrar las palabras que acompañen los sentimientos para que la posibilidad de reconstruir una armonía honesta, deje atrás una historia de desencuentros.
“Ani Iosef Ajijem, Yo soy Iosef vuestro hermano”. Con coraje y decisión Iosef sale al encuentro de sus hermanos, despojado de ira y dispuesto a perdonar.
De esta forma, Iosef se nos presenta como un modelo alternativo de Caín. Con todo su enojo a cuestas, con todo lo difícil y desafiante que puede resultar, nos convoca a dejar de lado nuestro afán de venganza y priorizar siempre la búsqueda del encuentro y la concordia.
Que seamos capaces de seguir su ejemplo.
Shabat Shalom
Gustavo
Fuente Unión Judía de Congregaciones de Latinoamerica y el Caribe (UJCL)