Bᵉmidbar 3:16 Y los contó Moshé según la palabra del Eterno como le fue ordenado. וַיִּפְקֹד אֹתָם מֹשֶׁה עַל־פִּי יְהֹוָה כַּאֲשֶׁר צֻוָּה׃
Moshé cuenta a los levitas. Los nombra. Les da lugar. Les asigna su sitio dentro de la estructura del campamento y dentro del pueblo. Pero lo hace, dice la Torá, conforme a la palabra de Di-s. Es decir, no cuenta como quien calcula, ni como quien lleva estadísticas. Cuenta como quien reconoce el valor singular de cada persona en un todo mayor.
Cuántas veces, en nuestras vidas, sentimos que somos uno más. Que si no estuviéramos, todo seguiría igual. Que nuestra presencia es secundaria. Que no destacamos. Pero esta pequeña frase nos recuerda que cada uno fue contado “por la palabra de Di-s”. Cada uno con su historia, su rol, su carácter. Cada uno fue necesario. Cada uno fue visto. En una sociedad donde muchas veces las personas se sienten invisibles, donde la rutina nos borra, donde los títulos o los logros miden nuestra valía, esta visión de la Torá nos reconforta: no somos números, somos almas. Somos parte de un tejido espiritual donde cada hilo es esencial.
Moshé, nuestro gran líder, no elige a quién contar según su percepción o simpatía, lo hace según la palabra de Di-s. Eso también nos enseña sobre cómo mirar al otro. No desde nuestro juicio, sino desde la humildad de saber que cada ser humano tiene un valor intrínseco que no depende de nuestros ojos. ¿Y cómo sería nuestra vida si pudiéramos mirar así a quienes nos rodean? A nuestra familia, a nuestros compañeros, a los que cruzamos en la calle. Si pudiéramos ver en ellos lo que Moshé vio: un alma que merece ser contada, tomada en cuenta, reconocida, por el solo hecho de estar.
Además, hay aquí una lección sobre el liderazgo. Moshé, el más elevado de los profetas, se detiene a contar. No delega. No mira desde lejos. No se aleja de lo administrativo o de lo detallado. A veces, el verdadero liderazgo no está en los grandes discursos, sino en detenerse a nombrar uno por uno. En conocer a cada integrante. En no perder de vista que detrás de cada rol hay una persona. Que detrás de cada tarea hay un corazón. Hay un acto de humildad en no cambiar lo que nos fue encomendado, en no ajustar lo que parece menor, en hacer exactamente lo que se espera de nosotros.
En tiempos donde la creatividad personal es tan valorada, esta enseñanza nos recuerda que también hay belleza en la entrega fiel. En la obediencia no como sometimiento, sino como compromiso con algo más grande que nosotros. Quizás esa es una de las grandes claves de la vida: encontrar nuestro lugar, saber que no estamos por azar, descubrir que alguien nos contó, que alguien nos vio, que nuestra existencia forma parte de un plan que trasciende. Que el mundo no es el mismo si no estamos. Que la historia no es igual sin nuestra pequeña pero única contribución.
Y por eso, si alguna vez sentís que sos uno más, que tu nombre no importa, que tus actos no dejan huella, recordá esto: Moshé te contó. No según su parecer, sino según la palabra de Di-s. Sos parte. Sos esencial. Sos insustituible. No sos una estadística. Sos una chispa divina. Y nadie puede ocupar tu lugar.
¡Shabbat Shalom! ¡Shalom al Yisra’el, Shalom al olam!
HaMoré Sergio Man
Mayo 2025