Bᵉmidbar 7:10 Y presentaron los príncipes para la inauguración del altar el día en que fue ungido, presentando los príncipes sus ofrendas ante el altar. וַיַּקְרִיבוּ הַנְּשִׂאִים אֵת חֲנֻכַּת הַמִּזְבֵּחַ בְּיוֹם הִמָּשַׁח אֹתוֹ וַיַּקְרִיבוּ הַנְּשִׂיאִם אֶת־קׇרְבָּנָם לִפְנֵי הַמִּזְבֵּחַ׃
La Torá detalla minuciosamente las ofrendas de los príncipes de las tribus en la inauguración del Mishkán. Cada nasi (príncipe) trajo una ofrenda idéntica, pero la Torá repite cada una de ellas de forma completa, en lugar de resumir con una fórmula general. ¿Qué enseñanza se oculta detrás de esta aparente redundancia?
Rashí explica que aunque las ofrendas fueron iguales en contenido, cada una fue ofrecida con una intención distinta, y por tanto, eran singulares en esencia, así lo detalla el Midrash Bamidbar Rabá (13:14), cada nasi tenía una kavaná (intención espiritual) particular al presentar su ofrenda, y Di-s valora no solo el acto, sino la intención única detrás de cada acción.
Este detalle es profundamente relevante después de Shavuot, la festividad en la que conmemoramos la entrega de la Torá, porque en Shavuot todos recibimos la misma Torá, pero cada uno la estudia y la interioriza desde su singularidad, desde su historia, su sensibilidad, su contexto. Así como cada nasi expresó su vínculo con el Mishkán a través de una ofrenda idéntica pero con sentido personal, cada uno de nosotros expresa su vínculo con la Torá de una manera única.
El Netziv de Volozhin, en su comentario "Haamek Davar" (Bemidbar 7:1), destaca que el día en que Moshé terminó de armar el Mishkán no fue sólo un evento técnico o físico, sino un acto espiritual de síntesis: unir todas las piezas, todas las tribus, todas las capacidades en un solo propósito sagrado. Del mismo modo, después de Shavuot comienza para nosotros una tarea sagrada: reunir todos los aspectos de nuestra vida, trabajo, familia, dudas, pasiones, en torno al eje de la Torá, porque La Torá no se entregó sólo en el monte, sino en el desierto, en el camino, en la vida.
Moshé no figura entre los oferentes. Sin embargo, al final del capítulo aparece una escena íntima y poderosa: Dice que cuando entraba Moshé al Ohel Moed (la Tienda del Encuentro) para hablar con Di-s, oía la voz que le hablaba desde encima del kaporet (la tapa del arca del testimonio). Este versículo cierra el capítulo con una enseñanza sublime. Después de todo el despliegue tribal, organizativo, material y litúrgico, lo que queda es el encuentro silencioso y constante con la voz de Di-s. Moshé no necesitaba traer una ofrenda material: él entraba al Ohel Moed y escuchaba. Escuchaba una voz que salía del centro, del arca que contenía las Lujot haBrit, las Tablas del Testimonio. Escuchar esa voz, incluso en tiempos de desierto, de confusión, de ruido exterior, es el mayor acto de conexión.
Seforno explica que la voz que Moshé escuchaba era clara, definida, provenía de un lugar específico y no se oía fuera del Ohel Moed. Esto significa que la revelación no es un estruendo omnipresente, sino una voz que requiere entrar, disponerse, silenciar lo externo. Post Shavuot, en nuestros tiempos, este versículo es una brújula: la Torá continúa hablándonos, pero sólo si elegimos entrar al "Ohel" del estudio, del silencio interior, del compromiso personal. El estudio de Torá no es una acumulación de datos sagrados, sino una relación que transforma al que escucha.
Hoy, en una era donde la información abunda pero el sentido escasea, el estudio de la Torá se convierte en un acto revolucionario. No por nostalgia, sino por necesidad vital. Así como los nasim se acercaron al Mishkán con ofrendas físicas, nosotros nos acercamos al Mishkán de la palabra, al Beit Midrash de la mente y del alma, con nuestras preguntas, nuestras búsquedas, nuestros desafíos contemporáneos. Y la Torá, igual que en el versículo final, responde con una voz que aún habla.
El Rambán remarca que el hecho de que Di-s hable a Moshé después de la inauguración del Mishkán significa que la presencia divina está establecida, activa, cercana. No hay que esperar milagros: hay que crear espacios donde la voz pueda ser escuchada. Cada momento de estudio, cada clase, cada lectura personal, cada discusión sincera entre compañeros de estudio, cada acto ético inspirado por la Torá, es una forma de entrar al Ohel Moed y escuchar la voz. Luego de recibir Shavuot, el mensaje no es que la Torá fue dada, sino que sigue dándose. No en una montaña lejana, sino en el corazón de quienes buscan escucharla.
¡Shabbat Shalom! ¡Shalom al Yisra’el, Shalom al olam!
HaMoré Sergio Man
Junio 2025


