¿Habla o hálito de Dios?
"Y Hashem Elo-him formó al hombre del polvo de la tierra e insufló en sus fosas nasales el alma de vida; y el hombre se transformó en un ser viviente" (Génesis 2:7) .
Onkelos, el traductor de la Torá del hebreo original al arameo, traduce la palabra 'viviente' como 'hablante'; su versión dice por lo tanto: "Y el hombre se transformo en un ser hablante".
El hálito de Dios en el hombre —que es la fuente de la fuerza vital del ser humano— se manifiesta en él como el poder del habla. La habilidad de expresar sus pensamientos más internos y comunicarlos a otros es el fenómeno que conecta al hombre con lo Divino.
Pese a que toda la creación —que de hecho se materializó por medio de una serie de declaraciones Divinas— testifica sobre la gloria de Dios, dicho testimonio sería mudo si no fuera por el hombre. Sólo el hombre es capaz de comprender y verbalizar la idea de que su misma existencia es una expresión de la gloria de Dios. Sólo él puede dar voz al testimonio sobre aquello por lo cual fue creado todo el universo. Su poder del habla lo pone en la posición de ser el portavoz universal; como veremos, este rol tan especial es la razón de su existencia.
El Rey Shlomó expresó este pensamiento de forma más elocuente:
"La muerte y la vida están en poder de la lengua, y el que la ama comerá de sus frutos" (Proverbios 18:21).
El Midrash explica el significado del versículo anterior con la ayuda de una metáfora:
El rey de Persia se enfermó y sus doctores le aconsejaron que debía tomar leche de una leona para curarse. Alguien se ofreció para traerle al rey leche fresca de leona, para lo cual pidió que le diesen tan sólo 10 cabras. Él tomó las 10 cabras y viajo hasta donde se encontraban los leones. En el primer día, cuando estaba seguro que una leona podía verlo claramente, le lanzó una cabra desde lo lejos. Al día siguiente se acercó un poco más... al décimo día ya había ganado su confianza y logró obtener una jarra llena de leche de la leona.
En su camino de vuelta a casa tuvo una visión; las partes de su cuerpo estaban teniendo una gran discusión. Las piernas decían: “Ninguna de las otras partes del cuerpo pueden compararse con nosotras. Si nosotras no hubiéramos transportado al cuerpo, entonces hubiera sido imposible obtener esta leche”. Las manos por su parte afirmaban que ellas no tenían paralelo; si ellas no hubieran realizado las varias acciones que fueron necesarias, entonces habría sido imposible obtener esa leche. El corazón argumentaba que si no hubiera tenido la idea de las cabras, entonces la misión habría sido imposible. La lengua por su parte decía que si ella no hubiera hablado, entonces todo habría sido en vano.
Todas las otras partes del cuerpo estaban enfurecidas con la lengua. “¿Cómo puedes atreverte a decir algo semejante? Tú estás en un lugar oscuro y escondido, ¡tú no puedes hacer nada ni pensar en nada!”. La lengua les respondió: “Ya verán; este mismo día ustedes estarán de acuerdo que yo soy la que los gobierna”.
Después de que el hombre escuchó todo esto, fue donde el Rey y le dijo: “Su majestad, aquí está la leche de perra que ordenaron para usted”. El Rey se puso furioso y exigió que él hombre fuese ahorcado. En el camino a la ejecución todas las partes del cuerpo comenzaron a llorar. La lengua les dijo: “¿No les dije acaso que ustedes eran inferiores? Si los salvo, ¿reconocerán mi superioridad?”. Todos estuvieron de acuerdo.
El hombre entonces le pidió al verdugo que lo dejara hablar con el Rey una vez más, y su deseo le fue concedido. Él le dijo al Rey que probara la leche, ya que de seguro lo curaría, y que de todas formas mucha gente llama a las leonas por el nombre de perras. El Rey probó la leche y se curó, y el hombre fue perdonado. Por lo que efectivamente, "¡la vida y la muerte están en manos de la lengua!" (Midrash Tehilim capítulo 39).