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Parashat Emor 5775

urim vetumimEL NIÑO QUE DESARMO EL RELOJ

“Le dirás a los Cohanim… no se impurificarán con un muerto durante toda la vida” (Vaikra 21,1)

¿Por qué aparecen juntas la perasha que habla de la pureza de los Cohanim y la perasha de la impureza del muerto?, ¿para prohibir hechiceros y adivinos?, pregunta rabi Iojanan Aibishitz, en su libro “Tiferet Iojanan”.

Y contesta: que la costumbre de los pueblos es preguntar sobre el futuro a sus sacerdotes y pastores de la idolatría, y ellos contestaban de acuerdo a lo que le preguntaban a sus hechiceros y adivinos, o lo que los muertos les revelaban.

Para mostrar que estamos en contra de esto, entre nosotros, para el pueblo de Israel, existe el Cohen Gadol, que tiene la ayuda de los Urim Vetumim para poder ver el futuro. Y en los Urim Vetumim está grabado el Nombre Santo de Hashem.

De todas formas, existe una “halaja” (ley) que sirve para alejar hasta la mínima duda, evitar cualquier mirada sospechosa o inclusive, la más leve de las murmuraciones.

Que nadie pueda pensar que la sabiduría del Cohen Gadol sobre el futuro, la obtiene pidiéndosela a los muertos.

La Tora le ordena a los Cohanim y les prohíbe impurificarse con los muertos, no pueden acercarse a ellos, y decreta leyes muy severas respecto a la forma en que los Cohanim deben alejarse de un muerto.

Entonces, no queda otra opción, queda revelado que el Espíritu de Hashem habla con el Cohen Gadol.

Hay situaciones en las que Hakadosh Baruj Hu abre los ojos del hombre, y también existen otras en las que Hashem, por su propia cuenta, provoca que el hombre se conduzca como si supiera lo que ocurrirá en el futuro, o sea, que la relación de este hombre con determinados hechos, parece ver que todo estuviera escrito en el Cielo.

Así, por ejemplo, Hakadosh Baruj Hu pone en el corazón de los padres, y hace que se comporten de una manera diferente con sus hijos, para no herirlos, y para que en el futuro puedan iluminar los ojos del pueblo de Israel.

Esto es lo que ocurrió con los padres del gaon, rabi Iaacov Roderman ztz”l, Rosh Ieshivat Baltimore, uno de los grandes de la Tora, tan conocido en América, que hizo crecer generaciones de sabios, que absorbieron de él la fuerza y la visión de la Tora.

Cuando era un niño pequeño, rabi Iaacov Roderman vio el reloj de su padre apoyado en la mesa del salón. En esos tiempos, un reloj era una posesión muy valiosa, no era electrónico como hoy en día, era un elemento mecánico, compuesto por muchos engranajes muy pequeños, y por sobre todas las cosas, tenía una precisión única. De ahí sale el término “precisión suiza”, ya que los relojes suizos eran conocidos por su calidad y exactitud. Tener un reloj en esos días no era algo común para todas las personas, era un bien muy valioso…

El pequeño vio el reloj sobre la mesa, y decidió desarmarlo…, le quitó la cubierta, las agujas, y comenzó a desparramar las pequeñas rueditas…, en fin, desarmó todo lo que consiguió desarmar…

En ese momento entró al cuarto la madre, y cuando vio lo que hizo su pequeño hijo, sus gritos llegaban hasta el cielo. ¿Qué hiciste?, ¿cómo sabrá papá a qué hora tiene que ir al Beit Hakneset?, ¿cómo podremos saber en qué momento comienza el Shabat?

El padre del rab Roderman, al escuchar semejante griterío, entró también al salón, y al ver de qué se trataba, tranquilizó a la madre y le dijo que de acuerdo a lo que veía, suponía que su hijo lo hizo con su fuerza espiritual, y que, seguramente, su voluntad era investigar cada cosa en profundidad. Le dijo a su esposa que tenían un hijo que no se conformaba con los detalles que están a la vista. Por eso no tuvo alternativa, estaba obligado a desarmar el reloj para estudiar su sistema interno, para tratar de descubrir algo sobre la precisión de su movimiento…

Estoy seguro, que Hashem Itbaraj ha destinado a nuestro hijo para cumplir una función muy importante, y para eso le ha dado esa capacidad y esa necesidad de profundizar, y quién puede saberlo, tal vez en el futuro salga de esa fuerza un gran Rosh Ieshiva, que pueda transmitir a sus alumnos cómo llegar a la profundidad de las palabras de la Guemara.

Por eso, querida esposa, no te enojes con él, no le grites, y déjalo que siga con su investigación, que siga profundizando en las entrañas del reloj hasta que descubra todo, y así pueda “abrir” su mente y la fuerza del raciocinio.

Y cuando rabi Iaacov Roderman creció, fue como un árbol frondoso, que con su sombra, cubrió miles de alumnos. Siempre recordaba ese suceso, que hizo una marca en su corazón que jamás se borraría.

Y estaba seguro, decía el Rosh Ieshivat Baltimore, que el hecho de que su padre se puso de su lado, y aceptó y confirmó como buena, la travesura del niño, provocó que todo se encaminara hacia el bien, y alisara el camino para que esa fuerza, se transforme en la constancia y en la profundización del estudio de la Guemara.

Este relato, que no hace falta decir que fue verídico, necesita ser usado como un “manual” de educación para los padres, para que piensen dos veces antes de gritarle a sus hijos. En especial cuando hay cierta presión, y más en los días de verano, cuando las altas temperaturas irritan a más de uno. En ese momento, y cuando los niños no se comportan según las expectativas de los padres, se empiezan a escuchar los gritos de los padres, que no siempre los niños merecen…

Y muchas veces, esos gritos pueden detener el crecimiento, o cerrar la apertura de las mentes de los niños, y los padres, en lugar de educarlos, están dañándolos, lo alenu.

Y la culpa es absolutamente nuestra, cuando, nosotros los padres, por el hecho de haber sido hijos, creemos ya ser capaces de ser padres.

Y nuestros sabios nos enseñan que debemos aprender a ser padres, y pensamos: a medida que nuestros hijos vayan creciendo, nosotros aprenderemos a ser padres. Y lamentablemente, el razonamiento está equivocado, muy equivocado.

Deberíamos aprender a ser padres, antes de serlo. O al menos, reconocer, en algún momento, que necesitamos aprender, estudiar, y después de reconocerlo, ponernos a estudiar.

Hay mucho en juego, nuestros hijos son nuestra vida, ¿no vale la pena invertir para después estar orgullosos de ellos y también del edificio que construimos?

 

Traducido del libro Barji Nafshi.

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