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Parashat Devarim 5775

espejoESPEJITO, ESPEJITO…

“Y lo verás con tus ojos…” (Devarim 3,27)

¡Qué problemático es el enojo! ¡Cuántas dificultades le trae a la vida del hombre, que no puede controlarse y permanecer tranquilo! ¡Y cuán grande es el valor del hombre que mantiene la calma!

Si nosotros supiéramos, en verdad, cuánto daño nos provoca el enojo, y cómo nos golpea bien profundo en nuestra vida, sin ninguna duda, arrancaríamos de raíz esta mala cualidad de nuestro interior, y no pararíamos hasta conseguir hacer desaparecer el enojo de nuestras cualidades.

El gaon, rabi Abraham Guenijovsly ztz”l cuenta una historia que pone los “cabellos de punta”:

 

Un iehudi se enojaba con gran facilidad, podríamos llamarlo “enojón”, y eso lo molestaba mucho. Ya dijeron nuestros sabios, que para la persona que “hierve”, su vida no es vida (Pesajim 113b). Debido a su enojo, este hombre no soportaba estar mucho tiempo en su casa, ni tampoco rodeado de amigos.

Intentó separarse del enojo de muchas formas, pero sin éxito.

En un determinado momento, decidió conversar sobre el tema con el Maran, el Staipeler ztz”l, le contó todas sus penas, y lo que sufría por causa de su mala cualidad. Ya probé todos los consejos que me dieron, y no me ayudó en dada, dijo.

El rab de todos los hijos de la Diáspora lo miró, y le dijo que tenía un consejo que posiblemente, podía alejarlo del enojo, pero, había una condición. ¿Acaso él estaba dispuesto a cumplir esa condición que el rab le proponía?, preguntó.

Toda condición que me diga el rab, no será una cosa difícil para mí, con tal de liberarme de esta terrible costumbre que tengo de enojarme, dijo el hombre.

No te voy a pedir una cosa muy difícil, le dijo el Maran ztz”l, solamente que me mires durante cinco minutos completos, sin interrupción y sin distraerte para nada. ¿Aceptas?

El iehudi escuchó, muy contento. Primero, porque en verdad no se trataba de una condición muy difícil de cumplir. Y segundo, ¿quién no va a aceptar mirar el rostro de un hombre justo como el Staipeler?

El hombre miró su reloj, clavó la mirada el rostro del rab, y Rabenu ztz”l comenzó a hacer todo tipo de muecas con su rostro sagrado. Un ojo arriba y otro abajo. De pronto puso cara de furia, después una carcajada, otra de pánico, y así fue cambiando una y otra cara, pasando también por expresiones de tranquilidad y de enojo…

El hombre seguía allí, sin sacar su vista del rostro del justo, aunque todo le parecía tan extraño. Y tenía que estar así durante cinco minutos corridos. No desvió sus ojos y se quedó mirando el rostro santo del Maran ztz”l, y para él, que jamás habría imaginado al rab, haciendo algo así, ver lo que el Staipeler hacía, era como una pesadilla…

Y pasaron los cinco minutos, y el Staipeler volvió a su expresión habitual. Miró al iehudi y le dijo: tienes que saber, que ¡así se ve a un hombre enojado! Exactamente así, aunque te parezca mentira.

Dijo el gaon, rabi Abraham Guenijovsly: Rabenu hizo que ese iehudi se mire a sí mismo como en un espejo, para que pueda ver lo que parece cuando se enoja, y así entenderá y palpará la forma desagradable con que es observado por los demás, y se separará definitivamente de esta espantosa cualidad.

Y así fue, el iehudi contó que el consejo del Staipeler lo acompañó durante todos estos años, y cuando está por enojarse, se imagina alguna de las muecas del justo, y de inmediato se aleja del enojo.

El enojo es la causa de muchos males más graves. El Pirke Avot nos enseña, a través de Hilel Hazaken, que debemos “copiar” las cualidades de Aharon Hacohen, amar el Shalom, perseguir al Shalom, amar a nuestros semejantes y acercarlos a la Tora. Y justamente, el enojo es todo lo contrario.

Dice el Jafetz Jaim, en su libro “Shemirat Halashon”, Shaar Hatebuna, que el enojo es una de las siete causas que provocan el acostumbramiento a hablar “Lashon Hara”.

Este acostumbramiento es una enfermedad, y para combatir una enfermedad, hay que buscar el origen, de la misma forma en que el doctor cura una enfermedad en el cuerpo. Sólo que aquí, la enfermedad está en el alma.

El Jafetz Jaim enumera las causas, con las iniciales de la frase “Col Gueinom”Caas, enojo, Letzanut, payasadas, Gaava, soberbia,Ieush, desesperación, Hefker, abandono, sin gobierno o sin dueño,Nirganut, irritabilidad, pensando que todo y todos están en su contra,Omer Mutar, hacer algo prohibido pensando que, por alguna causa está permitido, en este caso, hablar Lashon Hara. Y explica, comenzando por el enojo:

Hay veces que el Lashon Hara es producto del enojo, y aparece cuando una persona es de naturaleza muy enojadiza, y con facilidad se enoja por cualquier motivo. En ese momento de enojo, es imposible detenerlo, y dice todo lo que se le ocurra, cualquier cosa que pase por su mente, sin considerar las consecuencias. Para un hombre así, no tenemos ningún consejo que pueda ayudarlo, porque queda, sin exagerar, fuera de control. Sólo decirle, cuando pasa ese momento de enojo, que necesita quitar de su ser esa cualidad tan negativa.

Y el que tiene un poco de inteligencia en su cerebro, debe escaparse de esta mala cualidad como nos escapamos del fuego. Ya que el poseedor de una cualidad así, con seguridad, después de los ciento veinte años, será declarado “culpable” en el día del Juicio. Y es sabido, que el que tiene en su haber, mayoría de pecados, lo alenu, es llamado “malvado”. Y dijeron nuestros sabios, de bendita memoria (Nedarim 22b): todo el que se enoja, hace saber al mundo que tiene muchísimos pecados, más pecados que méritos, como lo recita el Mishle, que quien tiene fuego (enojo) en su interior, es porque ha cometido muchos pecados.

Y Shlomo Hamelej habla aquí de los pecados cometidos con intención, y explicamos que es así, porque en el momento de enojo, este hombre está fuera de sí, alejado por completo de la Tora y sus preceptos, como dijeron Jazal (Nedarim 22b): para la persona que se enoja, ni siquiera la Divinidad es importante.

Y dijeron más nuestros rabanim (Shabat 105b): si una persona rompe sus ropas, o destroza las cosas que hay en su casa (y si rompe platos no es a causa del compromiso de sus hijos), o despilfarra su dinero, todo esto a causa de su enojo o furia, que se vea a sí mismo como profesando la idolatría.

Como lo que escribió David Hamelej (Tehilim 81,10): “no habrá un D-s extraño dentro de ti” ¿Y cuál es el extraño que está en el cuerpo del hombre? Tiene que ser, concluye el Jafetz Jaim, el instinto del mal que nos empuja a enojarnos.

Podríamos extendernos mucho más, en muchas partes del Talmud y del Zohar, los sabios nos hablan de las graves consecuencias del enojo, y de lo placentero, aparte de la recompensa que nos brinda, que resulta buscar la paz, a cualquier precio.

 

Traducido del libro Barji Nafshi y del Shemirat Halashon

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