Generalmente, quienes ocupan cargos de dirigencia espiritual o política en las distintas comunidades del mundo entero, están envueltos permanentemente en circunstancias que los colocan ante una elección difícil. ¿Ellos deben tomar decisiones que según ellos son necesarias, a costa de la simpatía de quienes los eligieron corriendo el riesgo de perder su trabajo, u optar por un camino más "light", manteniendo buenas relaciones públicas, aunque ellos piensen que ese no es el mejor camino para aquellos judíos sobre los cuales están a cargo?
De la lectura de nuestra parashá podemos encontrar una gran enseñanza respecto de la responsabilidad que debe sentir quien posee en su poder la conducción del pueblo de Israel en su totalidad, a la vez que esto también podrá servirle de guía a cada judío que tenga - o desee tener - algún cargo de dirigencia en cualquier comunidad judía del mundo. Dice la Torá:
"Habló D'os a Moshé diciendo: Toma venganza de los hijos de Israel, de los midianitas; luego te reunirás con tu pueblo" (31:1-2).
D'os le pide a Moshé Rabenu preparar un ejército para que haga una guerra contra el pueblo de Midián, como respuesta a todas las atrocidades que estos últimos hicieron contra el pueblo de Israel, sin que se hubieran visto amenazados por el pueblo judío. Pero D'os también le advirtió a Moshé que su muerte dependía de esa guerra, ya que esa sería su última misión como líder del pueblo de Israel, puesto que después él moriría.
Sin embargo, demostrando una vez más su grandeza, Moshé Rabenu cumplió la orden de D'os sin demorarse en absoluto y se dispuso a buscar a los hombres que saldrían a la guerra. Pero cuando él comenzó a elegir a los combatientes, se encontró con un pequeño inconveniente. Dice la Torá:
"Y fueron entregados miles de Israel, mil por cada tribu, doce mil valerosos combatientes" (31:5).
Muchos de los comentaristas notan que aquí la Torá ha utilizado un lenguaje algo peculiar, ya que en lugar de decir: "Y tomó Moshé…" o "Y envió Moshé…" está escrito: "Y fueron entregados…", por lo que concluyen diciendo que estos doce mil soldados no se presentaron por propia voluntad para formar las filas del ejército de Israel, sino que debieron ser escogidos a la fuerza, en contra de su propia voluntad.
La razón por la que aquellos soldados no quisieron presentarse está explicada por Rashí (Rabí Shelomó Itzjaki, 1040 - 1105), quien comenta este versículo basado en las palabras del Midrash:
"Esto nos enseña cuán amados por el pueblo son los pastores de Israel, todo tiempo que ellos no habían escuchado de la muerte de Moshé, está escrito[que Moshé se queja diciendo]: 'un poco más y me apedrearán' (Shemot -Éxodo- 17:4), pero desde que escucharon que la muerte de Moshé dependía de la venganza contra Midián, no quisieron ir [a la guerra] hasta que fueron escogidos en contra de su voluntad".
En el libro "Mégued Iosef", el Rav Eliézer Sorotzkin nos explica que los líderes del pueblo de Israel tienen la función de reprenderlos a ellos constantemente para encaminarlos por el camino del judaísmo, y eso automáticamente provocará en el pueblo un sentimiento de enojo y un deseo de querer despojarse de sus dirigentes. Por eso, si un dirigente no despierta este tipo de sentimientos, significa que él no cumple su función correctamente. Y esto está escrito claramente en el Talmud:
"Dijo Abaié: Aquel sabio que la gente de su ciudad lo ama, no es porque él es bueno, sino porque no los reprende" (Ketubot 105b).
Pero por otro lado, con toda su sabiduría y fe, el líder debe saber cómo sobrepasar esos momentos difíciles, reprendiendo a su comunidad - por un lado, pero siguiendo en el desempeño de sus tan importantes funciones, por el otro. Como dice el proverbio popular: "Un Rabino al que no quieren destituirlo, no es Rabino; pero un Rabino al que pudieron despedirlo, no es persona".
También Moshé Rabenu estuvo en su puesto reprendiendo al pueblo de Israel por cada paso erróneo, hasta tal punto que a veces quisieron sacarlo de su puesto, pero por otro lado, no sólo que Moshé continuó en su puesto hasta el final de sus días, sino que cuando D'os dispuso su muerte, los hijos de Israel quisieron demorar su muerte, estando dispuestos incluso a entregar sus propias vidas para eso.
En ese momento de verdad, ellos reconocieron que las reprimendas de Moshé hacia el pueblo eran palabras que salían de su corazón, al igual que un padre que reprende a su hijo porque lo ama. Y ese es el mérito de los pastores de Israel: ellos se ganan el amor del pueblo así como también su enojo, sin que estas dos cosas se contradigan una con la otra.