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Parashat Vaetjanan 5776

najamuIeshaiahu (Isaías) 40:1-26

A partir de esta semana y hasta el shabat anterior a Rosh Hashaná, leeremos lo que se conoce como "las siete haftarot de consuelo".  Rabí Mordejai Iafé (1535 - 1612) en su libro conocido llamado el "Levush", escribió que estas siete haftarot han sido seleccionadas buscando el objetivo de consolar al pueblo de Israel por la destrucción del Templo de Jerusalem.

El midrash recuerda que hay siete clases de consuelo, y compara al exilio del pueblo de Israel entre los pueblos del mundo, con un rey que fue tomado prisionero junto con sus hijos, sus yernos y todo su pueblo, quedando la reina sola por muchos años.  Después de algún tiempo le informaron a la reina que ellos retornarían, y de esta manera, la reina obtuvo consuelo de su sufrimiento.

 

¿Quién es la reina?  La reina es Jerusalem que será notificada prontamente - con la ayuda de D'os - de que la Divinidad será "liberada", así como también el pueblo de Israel, y esto representa siete consuelos: el retorno de los hijos, las hijas, las nueras, los yernos, sus hermanos, sus hermanas, y finalmente el retorno del rey, es decir del Rey de Reyes.         

Este shabat es conocido como el shabat najamú ("consuelen"), puesto que con esta palabra comienza la haftará de nuestra semana:

  

"Consuelen, consuelen a Mi pueblo!

- ha dicho vuestro D'os.

Hablen al corazón de Jerusalem y díganle a ella

que se ha completado su tiempo (de exilio),

que ha sido perdonado su pecado…"

(40:1-2)

 

Aquí el profeta Ieshaiahu le dice al pueblo de Israel que D'os ha ordenado a todos los profetas que consuelen al pueblo de Israel y lo reconforten, así como también a la ciudad de Jerusalem.

Corresponde prestar atención a la repetición de la palabra "consuelen", y el "maguid" de Duvna (Rabí Iaacov Krantz, 1741 - 1804), en el libro "Cojav Miiaacov", nos explica esta repetición mediante un cuento ilustrativo:

Esto se asemeja a dos mujeres cuyos maridos viajaron a un país lejano, al otro lado del mar.  Uno viajó a causa de la pobreza, para ver si allí podría conseguir sustento para su familia, y el otro que era un gran millonario a quien no le faltaba nada, viajó para alejarse de su esposa - que le hacía la vida imposible.

Con el transcurso de los días, sus esposas no recibieron ninguna noticia de ellos, y fueron a preguntarle a los comerciantes que acostumbraban viajar a esas tierras distantes, si ellos sabían algo de sus respectivos maridos.  Uno de esos vendedores les dijo que él estuvo con sus respectivos esposos, quienes le dieron cartas para ellas.  

Cuando las esposas le pidieron a él si les podía entregar las cartas que había traído con él, el mercader les dijo que en ese momento él no tenía tiempo para buscar las cartas, pero que las buscaría a la mañana siguiente y se las entregaría.  Al escuchar esto, la esposa del adinerado retornó a su hogar feliz y tranquila sin decirle nada al comerciante, mas la esposa del hombre pobre no se movió de ese lugar y le insistió mucho al hombre para que tenga la amabilidad de buscar la carta de su marido en ese momento y entregársela a ella.

Al ver esta actitud, el hombre le preguntó a la mujer por qué es que ella estaba más apresurada en leer la carta que la otra mujer que aceptó felizmente lo que él les propuso sin decir nada - pues sabía que mañana tendría noticias de su esposo.  

Ella le respondió angustiada: Debes saber que hay una gran diferencia entre esa mujer y yo.  Esa mujer vive en su casa tranquilamente pues la riqueza reside en su hogar y su marido se fue a esas tierras lejanas, solamente por las peleas y las discusiones entre ellos.  Es por eso que ella no tenía ninguna preocupación más que la de saber si a su esposo se le fue el enojo que tenía con ella, pues ella temía que su esposo no volvería más y su destino sería quedarse sola por el resto de sus días.  Pero ahora que ella escuchó que su esposo te ha pedido a ti que la consueles a ella dándole una carta, ya no existe para ella ningún consuelo más grande que ese, y es por eso que a esa mujer le alcanza saber que todavía su marido la desea a ella por esposa, y retornó a su casa sin necesitar leer la carta.

Pero eso no es lo que ocurre conmigo, puesto que yo soy una mujer pobre, carente de todo y espero con mucha ansiedad saber si D'os se ha apiadado de mi esposo enviándole sustento, para que así podamos alimentar a nuestra familia.  Entonces, ¿cómo puedo yo ahora estar satisfecha sabiendo que mi esposo me ha enviado una carta si no la podré leer?  ¿Quién me dirá ahora si mi marido ha logrado cumplir su objetivo o no?  Yo no puedo esperar hasta mañana, soportando esas largas horas de espera, hasta saber qué es lo que está escrito en la carta!

Nos explica el "maguid" de Duvna que lo mismo ocurre con el pueblo de Israel: así como le ocurrió a la esposa del hombre adinerado que por portarse mal con su marido ella provocó que él se aleje de ella, el pueblo de Israel a través de sus pecados provocó que D'os se aleje de ellos.  La única preocupación que esa mujer tenía era saber si su esposo sigue amándola y volverá a su hogar algún día.  Ella no necesitaba leer la carta, pues le alcanzaba con saber que su esposo todavía se preocupaba por ella.

Con el pueblo de Israel ocurre lo mismo.  Toda nuestra preocupación y nuestro duelo, es porque hay quienes dicen que D'os nos ha abandonado para siempre y nunca más retornará hacia nosotros.  Por eso, para consolarnos, nos alcanza con lo que nos dijo el profeta Ieshaiahu, que el Santo - bendito es Él, le pidió a él que nos diga que si nosotros estamos sufriendo, Él también sufre.  Para nosotros no existe un consuelo más grande que ese, ya que de esa manera sabemos que D'os no dejó de tener clemencia por Su pueblo y Su amor todavía está con nosotros, y entonces ¿qué necesidad tenemos de escuchar las palabras de consuelo?

Y esto es lo que quiso expresarnos el profeta Ieshaiahu al decir: "Consuelen, consuelen a Mi pueblo! - ha dicho vuestro D'os".  Él quiso decirnos que nosotros deberíamos consolarnos incluso sólo con la noticia de que D'os le ha ordenado a él que venga a consolarnos, para que sepamos que nunca más volveremos a ver a los que se ríen de nuestra situación actual, que contradice nuestra esperanza y nuestro anhelo.  Esta buena noticia nos tendría que alcanzar, y debería provocar que esperemos tranquilos y felices el momento que D'os retorné hacia Su pueblo.  Amén. 

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