La Parashá de esta semana continúa con las descripciones de la construcción del Mishkan - Santuario, sus rituales, utensilios y otros elementos. Es en ese contexto que Moshé le cuenta al pueblo de Israel que Di-s eligió a Betzalel, hijo de Uri hijo de Jur, de la tribu de Iehuda, y a Oholiav, hijo de Ajisamaj de la tribu de Dan, para encargarse del diseño estético del lugar de encuentro y de culto del pueblo de Israel en su travesía por el desierto.
Betzalel fue el primer gran artista judío. Como anecdótico, no en vano, la escuela de artes de la Universidad Hebrea de Jerusalem lleva su nombre.
Rashi nos comenta en secciones anteriores, Shemot 24, que Jur, el abuelo de Betzalel, era hijo de la unión entre Miriam, la hermana de Moshé, y Caleb ben Iefuné, quien junto con Ioshua bin Nun fueron los únicos de entre los emisarios que visitaron la tierra de Israel en confiar en que valía la pena aventurarse a la conquista de una tierra donde manaba leche y miel.
Según el midrash (Shmot Raba, Ki Tisa 41), este mismo hombre, Jur, es quien intentó evitar la construcción del becerro y por eso murió asesinado, a la vez que es mencionado en la Torá como uno de los dos hombres que sostenían los brazos de Moshé en la batalla contra Amalek.
Nos dice la Tora que Di-s lo llenó a Betzalel con inteligencia, habilidad y conocimiento. Y si bien estas palabras parecen sinónimos, no lo son. De acuerdo a Rashi, en la Parashá de la semana pasada, nos enseñaba que - jojmá - es lo que aprendemos de los demás. – tvuná - son las experiencias personales que nos hacen crecer. – daat - es la inspiración que Di-s nos otorga para actuar correctamente.
En resumen, Betzalel era lo que se llama una persona con linaje, quien además, a diferencia de su colega Oholiav, provenía de la tribu de Iehudá, una de las más encumbradas del pueblo. Sobrino de Moshé no había duda de que Betzalel tenía el peso suficiente como para asumir el desafío de encargarse de la construcción. Sin embargo la Torá considera que no es suficiente el linaje para dejar a cargo la tarea, por lo que agrega: "y lo ha colmado con espíritu de Elokim: con sabiduría, con inteligencia y con conocimiento en toda labor y para crear diseños..." (Shemot 35:31-32).
Betzalel no es solo "el hijo de" o "el nieto de", sino que tiene mérito propio para la tarea que se le encomendará. Y la Torá necesita destacarlo, para evitar que podamos pensar que Betzalel está allí por su apellido. La presencia de Oholiav ben Ajisamaj, un hombre "sin apellido", sin historia, de una tribu pobre como es la tribu de Dan, prueba quizá este punto: al compartir las mismas cualidades de Betzalel, no importó que no perteneciera a la aristocracia del pueblo y fue igualmente elegido.
Pero como si no fuera suficiente el Talmud (Berajot 55a) nos describe que Di-s le propone a Moshé consultar con el pueblo, para ver si están de acuerdo con que Betzalel lidere la obra. El pueblo tiene que dar su aval para que Betzalel asuma el cargo. Así nos narra el Talmud que Moshé consultó al pueblo, y ellos respondieron: "Si para el Santo, Bendito Sea, y para tí es adecuado, para nosotros lo será"; solo después de esta respuesta, puso Moshé a Betzalel a cargo de la construcción.
Esta semana aprendemos en primera instancia que un apellido no es suficiente para colocar a una persona en una posición de liderazgo, ya que hay cualidades que no se heredan. Aprendemos que las virtudes necesarias para algunos desafíos deben cultivarse y desarrollarse, y que las puede tener por igual alguien de linaje que alguien de origen "no conocido". Y más importante aún, aprendemos que el reconocimiento y la voluntad de la comunidad es casi tan importante como la idoneidad para poder asumir una tarea de liderazgo. Si el pueblo no hubiese aceptado a Betzalel, de nada le hubiese servido a él ser el elegido por Dios.
Para reflexionar, ¿Am Israel es el pueblo elegido o el pueblo que eligió?
Shabbat Shalom