Cuando la persona cuida su boca, esa boca se convierte en un elemento de santidad, tiene el poder de convertir mediante su palabra algo trivial en algo noble. La palabra es lo más constructivo y destructivo que tiene el ser humano, es una herramienta muy potente que depende mucho de cómo la usemos. Hay un dicho que dice "las palabras se las llevo el viento" pero así como somos olvidadizos también somos memoriosos y nunca va a faltar alguien de nuestro entorno que nos haga recordar los que dijimos en el pasado, memoria de nuestras palabras pasadas, indicarnos que lo que dijimos no es lo que hicimos o estamos haciendo actualmente. Sabiamente tenemos que poder responder a esto, porque podemos salir triunfantes o podemos ser perjudicados y marcados.

 

Es un mandamiento no jurar en nombre de Di-s en vano, pero también está escrito que hacer un juramento aunque no sea mencionando a Di-s también es grave. Nuestra palabra tiene un peso importante y un juramento es un compromiso que debe ser cumplido.

 

Seamos precavidos siempre en lo que decimos, en lo que prometemos, en lo que juramos y cómo lo hacemos, además de dónde lo hacemos y frente a quien. Todo lo relacionado a la palabra depende unívocamente del entorno.

Siempre estas secciones semanales de la Tora se leen en las semanas de estrechez, los días que van desde el 17 de Tammuz y el 9 de Av, días de semiduelo, días de recuerdo, días de introspección comunitario, la cuenta regresiva a Iom Kippur ya empezó y está en nosotros dedicar este tiempo a decidir cómo vamos a llegar a ese día.

Por último y a modo de reflexión, estamos cerca de un nuevo 18 de julio, 29 años de aquel atentado perpetuado en el edificio de la AMIA, con fines que no podemos comprender porque aquel atentado se llevó vidas humanas de toda edad y nacionalidad. Un nuevo año donde los juramentos de justicia y verdad se los llevó el viento, donde en pocos papeles quedó algo escrito, donde personas desaparecieron y sus palabras también se las llevó el viento, las recordamos y hacemos eco de ellos, pero nada podemos hacer, y sólo nos queda repetir los sucesos a las nuevas generaciones, para que al igual que la Shoa esto tampoco quede impune de la memoria colectiva, contar con palabras de forma productiva para que esas vidas perdidas no mueran dos veces.

Espero que la humanidad pueda de una vez por todas comprender la fuerza del habla, del juramento, de la promesa, y de la palabra en todo su esplendor, para ser mejores personas y que la sociedad tome con más seriedad un valor fundamental de compromiso que nunca tuvo que haberse perdido.