Vaikrá 15:31 "Prevendrán a los hijos de Yisra’el de sus impurezas para que no mueran por sus impurezas, por impurificar mi Tabernáculo que está dentro de ellos" וְהִזַּרְתֶּם אֶת־בְּנֵי־יִשְׂרָאֵל מִטֻּמְאָתָם וְלֹא יָמֻתוּ בְּטֻמְאָתָם בְּטַמְּאָם אֶת־מִשְׁכָּנִי אֲשֶׁר בְּתוֹכָם׃

En el contexto de las leyes de pureza ritual, la advertencia de la Torá no es solo física, sino espiritual y colectiva. Se nos llama a cuidar lo sagrado que llevamos en medio nuestro: nuestra comunidad, nuestra historia, nuestra tierra. El versículo dice: "para que no mueran…" porque cada generación tenemos la misión de mantener viva la presencia divina entre nosotros, no solo con plegarias, sino con actos de memoria, compromiso y construcción de un hogar judío con valores.

Esta semana que celebramos Yom hazzikkaron e Yom ha‘atzma’ut, recordamos a quienes dieron su vida por el tabernáculo colectivo que es Eretz Israel, el espacio sagrado que aún "habita entre nosotros" celebrando esa continuidad milagrosa que solo es posible si aprendemos a proteger con responsabilidad y conciencia lo que tenemos. El Mishkán, ese espacio sagrado en el centro del pueblo, no era solo una estructura. Era símbolo de la presencia divina, de la identidad colectiva, de los valores que debían guiar la vida del pueblo judío. Hoy ya no lo tenemos. Pero tenemos algo igual de sagrado: nuestro pueblo, nuestra tierra, nuestra memoria, nuestra unidad.

El versículo dice: "Prevendrán... para que no mueran", invitándonos a estar alertas. Advertirnos mutuamente cuando nos alejamos del respeto, del compromiso, del cuidado del otro. Advertirnos cuando el odio o la indiferencia amenazan la vida en común. Advertirnos cuando olvidamos que lo sagrado no está solo en los rezos, sino también en los actos, en la responsabilidad, en la memoria, en el amor por el prójimo.

Cada soldado caído, cada víctima del terrorismo, es parte de ese tabernáculo vivo que debemos cuidar. Ellos dieron sus vidas por ese "santuario que está entre nosotros". No por edificios ni símbolos vacíos, sino por la posibilidad de que el pueblo judío siga existiendo, construyendo, soñando en su tierra. Recordarlos es nuestra forma de advertirnos a nosotros mismos: no demos por sentado lo que tenemos.

Después de las lágrimas, la celebración. Después del duelo, la vida. Es la transición más poderosa que podemos vivir como pueblo: de la memoria al milagro. Porque mantener en pie ese Mishkán moderno - el Estado de Israel -, el alma judía, la identidad compartida, es un milagro cotidiano. Un milagro que requiere cuidado, educación, justicia, unidad.
Un milagro que no se sostiene solo, sino con el aporte de cada uno de nosotros.

Hoy la Torá nos llama a construir un Mishkán en cada comunidad, en cada familia, en cada corazón. A advertirnos con amor, a cuidarnos sin miedo, a celebrar con conciencia. A entender que el verdadero santuario de Di-s está donde hay compromiso, memoria y esperanza.

¡Shabbat Shalom! ¡Shalom al Yisra’el, Shalom al olam!

HaMoré Sergio Man
Mayo 2025