Bᵉmidbar 28:23 Estas cosas ofreceréis además de la porción de la mañana del holocausto continuo. מִלְּבַד עֹלַת הַבֹּקֶר אֲשֶׁר לְעֹלַת הַתָּמִיד תַּעֲשׂוּ אֶת־אֵלֶּה׃
¿Qué valor tiene aquello que hacemos todos los días, sin pensar, sin brillar? Olat Hattamid: la ofrenda constante, diaria, repetida. Aquella que no depende del calendario ni del estado de ánimo. Está allí todos los días. Antes de cualquier sacrificio festivo, antes de lo especial, está lo constante. Es más, incluso en los días de fiesta, no se reemplaza, se suma, porque lo extraordinario nunca debe borrar lo esencial.
Rashi explica que Olat Hattamid se ofrecía cada día, una por la mañana y otra por la tarde, y era el primer y último sacrificio de cada jornada. Siempre el mismo. Siempre presente. Aunque rutinario, era lo que daba estructura al servicio divino. La Torá nos está enseñando algo vital: lo cotidiano también es sagrado.
Vivimos en tiempos que glorifican lo novedoso, lo llamativo, lo instantáneo, pero la espiritualidad judía nos recuerda que lo que realmente transforma el alma es lo que se sostiene con humildad y constancia. La palabra "תָּמִיד" (tamid) implica continuidad viva, no repetición vacía, es símbolo de la presencia constante de Di-s, y también la presencia constante del hombre en su búsqueda. El acto diario, cuando es hecho con intención, es lo que genera una relación real.
El texto nos dice que incluso en los días festivos, cuando se ofrecen sacrificios especiales, no se deja de traer la Olat Hattamid, la ofrenda diaria constante. No se reemplaza. Se suma. Porque lo diario es irrenunciable. El tamid es la base, el latido constante de la espiritualidad. Es por eso que la parashá repite una y otra vez la idea de Olat Hattamid, porque aunque parezca reiterativo, allí se esconde el verdadero encuentro con lo divino. No se trata de buscar fuegos artificiales cada día. Se trata de que lo que hacemos cada día tenga fuego interno, tenga conciencia. Olat Hattamid es mucho más que una simple ofrenda; es un concepto fundamental que subraya la importancia de la constancia, la dedicación y la conexión ininterrumpida con lo Divino.
Así con se repite en cada instancia este concepto, también repetimos la lectura de la Torá cada año. Podríamos preguntarnos si acaso no la conocemos ya como para que cada año la repitamos. La respuesta que no es igual leer la historia de Avraham a los 13 años, preparándonos para el Bar Mitzvá, que a los 20 cuando buscamos nuestro rumbo, ni a los 40 cuando sostenemos un equilibrio y una familia, ni a los 60 cuando queremos transmitir nuestra experiencia. La Torá es la misma, pero nuestra mirada cambia, y con ella cambia también el mensaje que encontramos, cada acto repetido adquiere una nueva profundidad.
¿Qué sería de nuestras vidas sin nuestros propios korbanot tamid? Sin esos momentos simples pero fieles: un saludo diario, una bendición al despertar, un Shabbat en familia, un acto de bondad no registrado en redes sociales. Lo que uno repite, lo que uno honra cada día, es lo que moldea el alma.
Entonces, la próxima vez que sientas que tu rutina no tiene valor, recuerden esto: Di-s no exige deslumbramiento. Di-s ama el compromiso. Ama cada uno de nuestro "olat tamid".
¡Shabbat Shalom! ¡Shalom al Yisra’el, Shalom al olam!
HaMoré Sergio Man
Julio 2025


