La parashá “Haazinu” se lee en el shabat entre Rosh Hashaná y Iom Kipur, -llamado también “Shabat Shuvá”, días de arrepentimiento, de reflexión sobre las acciones entre cada ser humano y Di-s, y entre cada ser humano y su prójimo. Esta parashá es un discurso de Moshé Rabenu al pueblo. La imagen presenta al pueblo al borde de su ingreso a la tierra de Israel, y a Moshé –que conoce su destino-, como quien no entra con ellos a esa tierra y termina sus días en el Monte Nevó.
Moshé intenta con su discurso aumentar el compromiso del pueblo con el Pacto con Di-s, el último Pacto antes de entrar a la tierra de Israel. Pacto que compromete al pueblo a “cuidar y cumplir todas las palabras de la Torá” (Devarim 32:46).
Esta parashá –escrita en su mayoría en forma de poema- comienza con las palabras: “Oid los cielos y hablaré; y escuche la tierra los dichos de mi boca” (Devarim 32:1). Moshé pide a los cielos y a la tierra que sean testigos del Pacto entre el pueblo y Di-s. El lugar de los cielos y la tierra en este Pacto es el de testigos.
Surge la pregunta: ¿Por que justamente “los cielos y la tierra”?
“Los cielos y la tierra” son las primeras cosas que se mencionan en la Creación (Najmánides); “los cielos y la tierra” son los extremos superiores e inferiores del Universo. Entre “los cielos y la tierra” se encuentra el ser humano; el ser humano es creado a partir de la unión entre “los cielos y la tierra”. El ser humano fue creado para ser socio de Di-s en la Creación, como dijo el filósofo Franz Rosenzweig: “El ser humano con sus acciones, necesita utilizar la Revelación para traer la Redención al mundo y concretar el Tikún Olam”. El ser humano está comprometido con la tierra para “trabajarla y cuidarla” (Bereahit 2:15). Así, la función de los seres humanos en el mundo es completar la Creación y lograr la armonía entre “los cielos y la tierra”, acercando la Voluntad de Di-s y Sus caminos a la Naturaleza y a la humanidad.
De la misma manera que “los cielos y la tierra” son testigos del Pacto entre Di-s y el pueblo, al mismo tiempo, marcan el espacio de actividad de los seres humanos, en el cual ellos cumplen dicho Pacto o no. Asimismo, “los cielos y la tierra” son también jueces de las acciones del ser humano.
Si cumplimos con el Pacto, entonces: “Y será que si aceptar vais a aceptar Mis Mandamientos, lo que Yo os ordeno a vosotros hoy, para amar a Adon-i vuestro Di-s, y para servirLo con todo vuestro corazón y con todo vuestro ser. Yo daré la lluvia a vuestra tierra en su tiempo: la temprana y la tardía; recogerás tu cereal y tu mosto y tu aceite”. (Devarim 11:13-14). Y si no: “Pues se encenderá el furor de Adon-i contra vosotros, y cerrará los cielos y no habrá lluvia, y la tierra no dará su fruto; y os perderéis pronto de sobre la tierra buena que Adon-i os concede a vosotros”. (Deuteronomio 11:17).
Las lluvias en su tiempo y la tierra floreciente, son la prueba que demuestra que estamos yendo por el buen camino y cumpliendo con nuestras funciones. Pero en nuestros días, ¡cuán lejanos estamos de ello! El calentamiento del planeta Tierra, animales en extinción, contaminación ambiental y otros. No hay armonía entre el ser humano y la Creación; no hay armonía entre “los cielos y la tierra”. Nos alejamos del Pacto; fracasamos hasta aquí en nuestra función de “cuidarla” y es difícil decir que somos los representantes de la Voluntad de Dios en el mundo.
“Los cielos y la tierra” nos juzgan, nos gritan que retornemos y volvamos a completar nuestra parte del Pacto.
En estos días estamos en el proceso de arrepentimiento, vamos a repasar los errores que cometimos con nuestros semejantes, vamos a pedir perdón y corregiremos nuestras acciones frente a nuestros familiares, amigos y otras personas. También recordaremos nuestros errores frente a Di-s, y Iom Kipur nos expiará por ellos. ¿Quizás esta época es una oportunidad para volver al Pacto de la parashá “Haazinu” y cumplirlo? ¿Quizás es posible realizar también el proceso de arrepentimiento por los errores y transgresiones que cometemos a “los cielos y a la tierra”, al mismo mundo, a “los cielos” como el aire que respiramos, a “la tierra” en la cual trabajamos y de la cual recibimos el alimento? Si nuestro lugar es entre “los cielos y la tierra”, reflexionemos sobre las acciones entre el ser humano y la tierra. Y el verdadero arrepentimiento –como es sabido- es aquél que corrige y cambia nuestras acciones y nos hace volver a los caminos de Di-s, a la armonía entre “los cielos y la tierra”.
Adaptado de aurora-israel.