- Parasha
- Visto: 1082
ESPEJITO, ESPEJITO…
“Y lo verás con tus ojos…” (Devarim 3,27)
¡Qué problemático es el enojo! ¡Cuántas dificultades le trae a la vida del hombre, que no puede controlarse y permanecer tranquilo! ¡Y cuán grande es el valor del hombre que mantiene la calma!
Si nosotros supiéramos, en verdad, cuánto daño nos provoca el enojo, y cómo nos golpea bien profundo en nuestra vida, sin ninguna duda, arrancaríamos de raíz esta mala cualidad de nuestro interior, y no pararíamos hasta conseguir hacer desaparecer el enojo de nuestras cualidades.
El gaon, rabi Abraham Guenijovsly ztz”l cuenta una historia que pone los “cabellos de punta”:
Un iehudi se enojaba con gran facilidad, podríamos llamarlo “enojón”, y eso lo molestaba mucho. Ya dijeron nuestros sabios, que para la persona que “hierve”, su vida no es vida (Pesajim 113b). Debido a su enojo, este hombre no soportaba estar mucho tiempo en su casa, ni tampoco rodeado de amigos.
Intentó separarse del enojo de muchas formas, pero sin éxito.